Empecé octubre acudiendo al concierto de Revolver,
en la Sala Barts, donde el grupo, esta vez en formato trío, presentaba su
último disco, EnJoy, una recopilación
de sus mejores canciones en clave rockera. Súper rockera. Javier Goñi, igual de
lúcido, irónico y carismático como siempre, estaba acompañado de un bajo y un
batería que me entusiasmó. De hecho, este me pareció el centro del concierto,
un músico con una fuerza y un ritmo descomunales. Las guitarras de los dos
compañeros, eléctricas, electrizantes, sumieron al teatro en un maravilloso
ruido, y los temas de Goñi, algunos con la friolera de veinte años a sus
espaldas, sonaron nuevos mediante esa clave musical tan heavy. La entrega, el
desgaste, la vivacidad de los tres fue digna de elogio, y el éxtasis llegó con
la interpretación de “Eldorado”, larguísima, estruendosa, verdaderamente
impresionante, con la que acabó una actuación, otra, memorable de Revolver.
A final de mes, otro concierto. En el Hard Rock Café, poca gente alrededor de la barra de bar con forma de U, sonido bajo, tanto que a veces se oía más la cháchara de la gente de al lado. Otro grupo legendario de las dos últimas décadas y pico del pop español, Los Secretos, por supuesto con Álvaro Urquijo a la cabeza y su voz rota. Era por una buena causa, el dinero recaudado iba íntegramente a ayudar a una asociación que lucha contra el cáncer de mama. Otro trío: dos guitarras españolas, en acústico, con un teclado, y un repaso a lo mejor de una discografía que se distingue por su sencillez, elegancia y buen gusto lírico. Fantástica obra, entrañables canciones que todos coreábamos porque son parte de nuestra juventud, y unas pocas canciones añadidas, del último álbum, realmente estupendo, titulado En este mundo raro. Bueno, menos con música tan emocional, tan linda como esta.