Abrir esta novela
de Germán Gullón, profesor universitario y crítico literario pero también
narrador –dos libros de cuentos y otra novela en su haber– es pasar las páginas
de un periódico hoy mismo. El lema de la obra, del que parte una sociedad
financiera llamada Willem van Oranje, retoma la Apología de Guillermo de Orange, “un documento fundacional del
sentimiento orangista holandés, que el ilustre padre de los Países Bajos
escribió en 1581 y donde pone verde al rey español Felipe II”. Gullón recupera
aquella leyenda negra sobre España y la coloca en una Holanda actual que, lejos
de aparecer como el paradigma de la tolerancia, se muestra obsesionada con
sacudir la confianza en la deuda financiera española despreciando a los países
del sur.
A ese sucio propósito
se consagran tres socios, bien relacionados con la prensa neerlandesa, que
compran, hipotecan y revenden empresas hasta ir engordando sus arcas, mientras
en paralelo cometen actividades ilegales: la peor, atemorizar a diversas
personas con matones bielorrusos. La presencia de un trasunto del Banco Central
Europeo, los tejemanejes políticos, los sueldos desproporcionados…, las
noticias de cada día atraviesan novelescamente una Europa corrupta alrededor
del eje Ámsterdam-Madrid. Entre estos dos polos circula un gran número de
personajes que reflejan ambientes tan diversos como el deporte, la policía, el
hampa, el periodismo o la universidad. Son demasiados nombres, se diría, lo que
puede abrumar al lector dado que el rápido ritmo del texto y su variedad de
escenarios no dan tregua, pero son necesarios para urdir la compleja ola de
relaciones entre buenos y malos que nos depara una imagen impúdica de la
sociedad, corroída por la avaricia de la posesión monetaria.
Publicado en Clarín (núm., 107, septiembre-octubre 2013)