domingo, 24 de noviembre de 2013

Entrevista capotiana a Isabel Martínez de Ubago

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Isabel Martínez de Ubago.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Un sitio con muchos libros, una máquina de Coca Cola y una televisión para ver el fútbol y donde admitan animales… pero que no sea una cárcel.
¿Prefiere los animales a la gente?
Sin duda ninguna. Nunca tendré un problema personal con un animal ni él conmigo. No mienten, no traicionan; si les tratas con respeto, lo devuelven.
¿Es usted cruel?
No, tendría que mirar la definición correcta en el diccionario.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo justo los que necesito, pocos y buenos amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que me quieran como soy, me respeten y que tengan un agudo sentido del humor, por favor.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Lo han hecho algunos, pero eso significa que no eran mis amigos.
¿Es usted una persona sincera? 
Al menos es lo que pretendo ser, pero no hiriente. Algunas personas confunden sinceridad con falta de tacto. Y las mentiras piadosas, pues mentiría si dijera que nos las digo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me voy al parque a pasear dos largas horas con mi perra todos los días. Está todo lleno de árboles, pájaros, plantas, peces, conejos y hasta mochuelos. ¡Y vivo en pleno Madrid!
¿Qué le da más miedo?
El dolor, me aterra. Lo que tenga que ser, que sea; pero que no duela, por favor.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que Hobbes tuviera razón: el hombre es un lobo para el hombre, en diferentes escalas. Me entristece la falta de respeto generalizada.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Pues supongo que lo que empecé a hacer: dedicarme a la abogacía.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Camino mucho, y así oxigeno la mente y el cuerpo. Antes jugaba al fútbol, pero no me respetaron las lesiones…
¿Sabe cocinar?
Depende… Tortilla de patata española, croquetas, huevo frito y migas castellanas. El bocadillo de jamón no creo que cuente.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Charles Darwin. Recomiendo su Autobiografía, excepcionalmente breve para un hombre de su talla, pero la escribió porque se lo pidió su hijo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Los primeros balbuceos de un bebé. Son iguales en todas las lenguas y es esperanza en estado puro.
¿Y la más peligrosa?
Odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Le respondo cuando hable con mi abogado… aunque soy yo misma. Por una milésima de segundo, supongo que en más de una ocasión.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Quiero que gobierne el que sepa gestionar con más aciertos los recursos de mi país que, en el fondo, son los míos. Pienso que izquierdas, derechas y centros deben guiarse por ese principio básico.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
De pequeña quería ser futbolista, pero como la edad ya se me pasó, me gustaría ser cantante.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Lo reconozco, la impuntualidad. Me lío, me lío y se me echa el tiempo encima.
¿Y sus virtudes?
Se puede confiar en mí. Y soy una persona muy discreta.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Pero ¿hay un esquema clásico para eso? No lo sé, pero seguro que pensaría cómo demonios había llegado a esa situación si no me gusta el mar…

T. M.