El pasado septiembre veíamos cómo la ciudad de Estambul se presentaba a la candidatura para acoger los juegos olímpicos del año 2020. La idea central del proyecto estaba clara: suponía enlazar Oriente y Occidente, pues Estambul se pintaba como el tradicional puente entre ambas civilizaciones durante milenios, hoy multicultural y moderno. Ese tópico ya parece inevitable en torno a la ciudad y es el mismo al que en cierto modo se ha dedicado Orhan Pamuk a lo largo de su notable carrera y que se hace ostensible en esta novela, que significó su debut literario.
“Cevdet
Bey e hijos” (traducción de Rafael Carpintero) gano ex aequo un premio en 1979
y fue publicada tres años después, pero luego el autor turco renegaría de ella
al comprender que desentonaba con el resto. Y algo de razón tenía: se trata de
una historia muy convencional, que sigue los pasos de una familia adinerada
–como la del propio Pamuk, cuyo abuelo ingeniero fundó la fortuna de la que él
se beneficiaría, recibiendo una educación laica de alto nivel–, de modo
costumbrista, sin garra narrativa pese a constituir un fresco destacado y
entretenido de una sociedad que se estaba abriendo hacia costumbres e ideas
occidentales: democracia, revolución… Cabe señalar su comienzo, vívido, con
Cevdet Bey visitando a su hermano, enfermo de tisis, y en el Pamuk logra captar
la esencia de la calle estambuleña.
En
paralelo a las ambiciones de este comerciante de ferretería, obsesionado por
construir una familia y tener descendencia para que su negocio tenga continuidad,
surge una Turquía como joven república; así, los cambios sociopolíticos se
presentan como fondo de tres generaciones de la familia, hasta los años
setenta. El propio Pamuk ha dicho que se inspiró para esta obra en “Los
Buddenbrock” de Thomas Mann, también la primera novela para su autor, también
sobre una dinastía familiar. No es mal modelo, desde luego, pero el autor turco
no consigue crear personajes que vayan más allá del prototipo de gente marcada
por “un país de hombres con fez y harenes y mujeres con charshaf” que busca
cuestionar lo autóctono ante lo foráneo.
Publicado en La Razón, 31-X-2013