martes, 24 de diciembre de 2013

Entrevista capotiana a Ismael Grasa

En 1972, el escritor estadounidense Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ismael Grasa.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
No me gustaría, en general, tener que vivir en un lugar del que no se pudiese salir jamás. Los paraísos tratan de eso, igual que las utopías, de lugares cerrados. Pero el lugar del hombre no es el paraíso, sino esa extraña condición andante, abierta y expedicionaria. Cuando viví en China leí a Lao Tse y toda aquella añoranza de un mundo quietista en el que los habitantes de los pueblos dejarían que los caminos se desdibujasen por falta de uso. Pero las filosofías quietistas están hechas, por lo general, de grandes viajeros que, sencillamente, quieren para los demás lo que no practican ellos mismos.
¿Prefiere los animales a la gente?
Desde luego. De entre los animales, me quedo con el hombre. Ya Sócrates decía que le resultaba más ameno conversar con los atenienses que con los árboles. Los que dicen preferir su perro a las personas, deberían convertirse al momento en un perro.
¿Es usted cruel?
Ojalá no lo sea. Recuerdo cuando maté el primer gorrión con mi escopeta de perdigones, en el pueblo de mi madre. Lo pasé muy mal, pero luego continuamos con nuestras cacerías infantiles. Hoy tiendo a cierto pragmatismo y, como he dicho, me siento al margen de cualquier clase de utopía, porque al final la utopía es lo que acaba resultando más sangriento y cruel.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo amigos, sí. Algunos han muerto ya. No entiendo mi vida sin amigos, creo que sin ellos mi vida sería mucho peor, y yo, a la vez, peor de lo que soy. Algunos de estos amigos son escritores, y la posibilidad de pasar con ellos el tiempo y de compartir inquietudes es para mí algo realmente valioso. La escritura es un oficio menos solitario de lo que a veces se tiende a creer.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean antes leales a la verdad y al bien que a mí. Que tengan curiosidad por el mundo, que hayan leído un periódico durante las últimas veinticuatro horas. A poder ser, que no sean abstemios (aunque en este punto tengo algunas excepciones). Que sean generosos y cuenten con sentido del humor.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No suelen. Pero tampoco entiendo la amistad como una condena o un pacto inamovible. A veces se producen distanciamientos temporales, o permanentes, con personas con las que en otra época tuvimos mucho trato. Pero esto no es necesariamente desamor o deslealtad. Yo no vivo, para empezar, en la ciudad en la que nací, así que voy eligiendo mis amigos al paso. 
¿Es usted una persona sincera?
Procuro serlo, aunque a veces un exceso de sinceridad puede ser descortés. Creo en la libertad, y por tanto en la existencia del mal. De modo que pienso que no hay que aspirar a un mundo totalmente cristalino, transparente en su sinceridad. La convivencia es sobre todo un modo razonable de convivir con lo que ocultamos. Cuando una pareja, por ejemplo, conviene en no ocultarse nada uno al otro, comete una irresponsabilidad; además de estar mintiéndose, naturalmente.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
De entrada diré que la expresión “tiempo libre” me resulta desagradable. De todos modos, en general, disfruto con cosas bastante normales: me gusta pasar tiempo con mis amigos –aunque es verdad que a veces tiendo a la hurañez– y leer libros; me gusta ir todas las semanas al cine con mi pareja, y caminar por la ciudad; me gusta descubrir restaurantes y poder viajar de vez en cuando, a poder ser por países más desarrollados que el mío. También me gusta ir los domingos al campo de fútbol.
¿Qué le da más miedo?
Algunas enfermedades, desde luego, en mí o en personas que me rodean. Aparte de eso, me dan miedo también cosas políticas, la pérdida de libertades o el fanatismo. Me daría pena también que hubiese una marcha atrás en la idea de una Europa de libre tránsito y con una moneda común. Porque me gusta, cuando voy a pagar un café, descubrir de pronto que en la moneda que saco del bolsillo aparece el rostro de Dante.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
No suelo escandalizarme. Lo humano no da para mucho más de lo que ya conocemos por la literatura y el cine. Es verdad que yo a veces puedo resultar algo ingenuo o naíf, pero esto tiene mucho de decisión consciente. Porque creo que, pese a todas las cosas, hay que confiar en los demás.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
La verdad es que además de mi “vida creativa” casi siempre he tenido algún otro trabajo, que he hecho compatible. Ahora soy profesor de bachillerato, y cuando alguien que no me conoce me pregunta qué soy, digo que profesor, porque es de lo que principalmente vivo. De modo que no tengo que no tengo que imaginarme nada.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Ando mucho por la ciudad, Zaragoza. Y también limpio de vez en cuando la casa y el coche. En ningún caso me pongo ropa deportiva.
¿Sabe cocinar?
Me gusta cocinar de vez en cuando, sí. Si estoy solo, malcomo de un modo sistemático y acortador de la vida. Pero normalmente no lo estoy, y si tengo tiempo me gusta pasar por la pescadería y preparar algo especial. Vamos, que soy cocinero de fin de semana.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Posiblemente a Félix Romeo, o a Javier Tomeo, o a José Antonio Labordeta. Y, aunque no me lo ha pedido el Reader’s Digest, he escrito un reportaje extenso sobre la poeta Sol Acín que espero que se publique pronto.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
“Amor”, supongo. Como decía Agustín de Hipona, “ama y haz lo que quieras”.
¿Y la más peligrosa?
No sé, “nación”, “Dios”, “historia”, cuando son utilizadas en un sentido absoluto o alejado del humanismo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No particularmente, y estoy en contra de la pena de muerte, pero confío en que la policía y el ejército haga bien su trabajo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me definiría como liberal y un poco socialdemócrata. Como he dicho, me atrae la idea de una Europa unida en torno al ideario de la democracia y los derechos humanos, como proyecto expansivo. Soy a la vez antiutópico, pragmático y seguidor de la idea de unos valores universales, como fueron apuntados en Grecia y descritos durante la Ilustración. 
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Aunque suene pretencioso, no desearía ser otra cosa que lo que soy ni estar en otro lugar que en el que estoy. Ahí está la gracia.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La pereza, cierto ensimismamiento estéril, cierta aridez con los demás, a veces. Y la vanidad, claro.           
¿Y sus virtudes?
Quiero pensar que en ocasiones he sido generoso.   
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Quién sabe. Quizá las aguadillas de la infancia.
T. M.