lunes, 13 de enero de 2014

Dos libros de poesía lejanos en el tiempo


El muy prolífico en estos años Javier SánchezMenéndez lanza dos títulos escritos por dos Javier Sánchez Menéndez, uno en la línea de su obra última, prosas que encierran visiones y pensamientos y vivencias poéticos, El libro de los indolentes, y otro en una reedición de un poemario surgido en 1991, El violín mojado, con versos emocionales, próximos, claros como la sinceridad de un joven sediento de comunicación. La estudiosa Rocío Fernández Berrocal nos recuerda en la introducción de este último libro que Sánchez Menéndez debutó como poeta en 1983, con Motivos, y poco después concibió lo que acabaría siendo El violín mojado, en Roma. Es este un libro romántico, palpitante, cuya voz poética parece estar reflexionando en voz alta sobre la distancia, el paso del tiempo, la extrañeza inevitable de amar, sin que falten asimismo recursos humorísticos, y siempre una sensación delicada de desgarro, de melancolía firme, como trasfondo. En el último poema, el poeta alude a su deseo de que tener toda la vida “alrededor” más que por delante, y esa idea de alguna manera se materializa en El libro de los indolentes, pues es el alrededor el asunto central de este libro cuyo subtítulo remite a una serie: “1. El encuentro en Camarinal”. El alter ego de Sánchez Menéndez pasea por el mar, está acompañado de su perro, se acuerda de Platón, pero también de Rilke, de Hölderlin, de Juan Ramón Jiménez, y todo ello lo lleva a meditar sobre la poesía, la palabra, la literatura, tanto en el plano más filosófico como mundano. Se diría que es casi un diario del caminante pensante, que se autoanaliza y analiza lo que tiene en torno a sí. Y es entonces que se personan los llamados indolentes, que, como los cronopios de Cortázar, sobrevuelan los puntos cardinales del poeta solitario. “El faro Camarinal está habitado por los indolentes, extraños seres que pasan desapercibidos a los ojos de los humanos”, se lee al comienzo. Cada uno de ellos lleva un número, y su comportamiento no se sabe si es bienvenido o reprobable a tenor de ciertas reacciones del sujeto poético. Pero lo cierto es que esas criaturas ejemplifican lo que tal vez persigue su autor: “el silencio de las palabras y la soledad de las almas o espíritus”, y también la Verdad, que es como decir la Poesía.