viernes, 10 de enero de 2014

Entrevista capotiana a Javier Expósito Lorenzo

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida de Javier Expósito Lorenzo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi alma.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Me gustan los animales y los respeto como a las personas, cada vez más a ambos cuanto más me respeto a mí mismo. Todos estamos relacionados y hasta la hormiga que piso últimamente sin darme cuenta me recuerda a mí.
¿Es usted cruel?
Sí, cuando considero que no han sido leales conmigo o por una injusticia de esas que uno considera flagrante. Es como si mi sombra se levantara del ataúd y mordiera. Es un mordisco muy aparatoso, lo reconozco, pero lo cierto es que no llega a desangrar a nadie.
¿Tiene muchos amigos?
Pocos buenos amigos y muchos buenos conocidos. Pero sinceramente, creo que más de los que creo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La fidelidad, la compasión y el poner corazón en las cosas, además de la sinceridad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Antes sí me decepcionaban, ahora no espero más que lo que quieran darme e intentar aceptarlo tanto si me gusta como si no. Es la mejor manera de no decepcionarse. El que espera, desespera…
¿Es usted una persona sincera? 
Cuanto menos miedo tengo, más sincero soy.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
En aquello que amo hacer. Y cada vez más…
¿Qué le da más miedo?
La insatisfacción.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Lo que me escandaliza es cómo nos dejamos engañar por los que manejan los hilos; a veces siento que ganarán la batalla del engaño, pero luego veo que cada vez son más los que se escandalizan por este escándalo silencioso que nos envuelve como una telaraña y que está metido hasta los tuétanos en nuestra sociedad y nuestra manera de entender el sistema y mostrarnos pasivos… cambiarnos es una buena manera de cambiar otras cosas. Crear nuestra propia realidad.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Dedicarme a contemplar.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, bici, pádel, tao yin, yoga.
¿Sabe cocinar?
Cuando quiero comer en casa.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Hay tantos dignos de... pero creo que a Jesús de Nazaret, sin duda…
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor.
¿Y la más peligrosa?
Abracadabra…
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí... se dice el pecado, pero no al que se le hubiera quitado para siempre el don de obrar el pecado.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No tengo política ya más que la que me marca mi ser… izquierdas, derechas, centro… para lo que hacen los políticos con nuestro voto, lo mejor es botarlos, sin duda… es hora de transmutar a unos cuantos que siguen contándonos los cuentos de siempre...
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Una montaña alta, alta, alta… que tuviera una cima tan tan elevada, que decidiera rendirse por fin a ese camino que lleva a la subida, y no pensara ya nunca más en lo que espera en la cima…
¿Cuáles son sus vicios principales?
El deseo exaltado en todos sus órdenes… es lo que lleva al vicio del exceso… creo no hay vicios por sí mismos…
¿Y sus virtudes?
Aún no están homologadas, todavía están en preparación…
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Me ha pasado ya al menos tres veces, y lo cierto es que la primera vez, con cuatro años, me quedé con los ojos abiertos y la cabeza hundida con el flotador entre las piernas en una piscina de niños mientras mi abuelo leía el periódico… recuerdo el cielo allá arriba, tras el temblor del agua, y mi tranquilidad absoluta… la otra, poco después, cuando mi querido hermano Raúl, tras volcar la barca en la que jugábamos, no hacía más que echarme los brazos a la cabeza intentando mantenerse a flote en, ¡qué triste!, otra dichosa piscina, y lo único que me vino a la cabeza fue la mano que saqué para empujar a mi hermanito hasta el bordillo… y la tercera, en una playa de Almería, jugando con las olas ya un tanto talludito, me confié a unas olas que me parecieron tsunamis… y me vino a la cabeza un pedrusco rebotado que me dejó a merced de la espuma…

T. M.