jueves, 1 de mayo de 2014

Entrevista capotiana a Luis García Gil

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Luis García Gil.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Donde vivo, en Cádiz, aquí encuentro el reposo y la calma, mi particular show de Truman…
¿Prefiere los animales a la gente?
Yo creo siempre en la gente aunque me gusten los animales y aunque crea que hay animales que son preferibles a algunas personas.
¿Es usted cruel?
No, mi único contacto con la crueldad es un libro magnífico de André Bazin sobre una serie de cineastas crueles, entre los que se encuentra el irrepetible Alfred Hitchcock. En realidad suelo ser muy tranquilo aunque también sea apasionado en muchos órdenes o desórdenes de la vida. 
¿Tiene muchos amigos?
Me considero afortunado en este sentido. A algunos los veo menos de lo que quisiera. Con otros conservo esa hermosa amistad a lo largo a la que se refería Jaime Gil de Biedma, poeta siempre presente en mis oraciones.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean fieles, que no se dejen corromper y que siempre estén ahí cuando les necesito.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
En algún caso sí pero trato de hacer la vista gorda. Uno trata de ser comprensivo con el prójimo y espero que el prójimo lo sea conmigo. La vida es un camino a veces intrincado, lleno de obstáculos. Es lógico que la decepción forme parte de ella.
¿Es usted una persona sincera? 
Trato de serlo. Aunque a veces se me pueda escapar alguna mentira piadosa.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Disfrutando de la compañía de la familia, que es para mí lo más importante. Y por supuesto leyendo y escribiendo, robándole horas al sueño, ejerciendo de letraherido a tiempo parcial, palabra que me encanta.  
¿Qué le da más miedo?
La asechanza de la muerte, la fragilidad de la existencia, ese poema de la vida que termina mal. En esto no soy nada original. 
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
A estas alturas pocas cosas pueden escandalizarnos. Los inmorales nos han igualao que dijera Discépolo. Pese a ello no dejará de escandalizarme la indignidad de cierta clase política o la crueldad de la que puede ser capaz el ser humano. Todo eso me sigue escandalizando y rebelando.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Ser tertuliano de Tele 5. Es el mayor chollo en estos tiempos de degradación cultural…
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, practico fútbol siete. He disfrutado mucho con este deporte y trato de seguir haciéndolo. Tengo tres hernias diagnosticadas pero aún puedo terminar los partidos sin pedir la hora. Que tome nota Del Bosque.
¿Sabe cocinar?
No y lo lamento. Porque hoy día la cocina es una de las bellas artes. Para mí freír un huevo frito es un deporte de riesgo, casi como hacer puenting. 
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Paquirrín. Creo que Plutarco volvería a la vida para narrar su peripecia vital. Sus seguidores en Twitter denotan que el tío debe ser importante.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Pues precisamente esperanza como palabra suena fantásticamente bien. Dejadme la esperanza, clamaba Miguel Hernández. En los peores instantes la esperanza es lo que nos redime.
¿Y la más peligrosa?
La palabra arma porque la carga el diablo. Imagino como Lennon un mundo sin guerras. Sería hermoso, muy hermoso, pero utópico.  
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Tanto como matar no pero sí he tenido ganas de repartir algún que otro mamporro como Bud Spencer. De todos modos suelo ser un tipo extremadamente pacífico. Jamás me he peleado con nadie. Quien me busca me encuentra dialécticamente pero nada más.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Mi lugar está en esa Acracia infinita que soñaba Joan Salvat Papasseit. No me gustan los extremos ideológicos. Y creo que el mal de España, como advertía Julián Marías, es el partidismo. No se puede ser un hooligan político o ideológico. Debiera exigirse una mayor objetividad a la hora de analizar ciertos asuntos. Más que nada por el bien común y por el respeto que todos o casi todos nos debemos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Delantero centro del Real Madrid pero del Madrid de la Quinta del Buitre.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Bebo mucha Coca Cola –perdón por la publicidad– y esto le preocupa mucho a mi señora madre. Por lo demás ni fumo ni bebo alcohol. Mi vicio es la poesía y la bibliofilia.
¿Y sus virtudes?
Eso lo deben decir los demás. Trato de ser buena persona y de no guiarme por prejuicios que son tan perniciosos.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No sé si tendría tiempo para pensar en algo que no fuera sobrevivir. En cualquier caso los seres queridos siempre estarían en mi pensamiento como forma también de encomendarme a ellos como uno se encomienda al paisaje de su infancia. A esa forma de felicidad siempre viajo mentalmente incluso en los momentos más delicados.

T. M.