domingo, 8 de junio de 2014

Entrevista capotiana a Raquel Lanseros

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Raquel Lanseros.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Ya vivimos en un solo lugar del que nunca salimos, que es nuestro propio cuerpo. No en vano durante la Edad Media la concepción de la cárcel del cuerpo dio mucho de sí tanto en Filosofía como en Literatura. Independientemente de que lo consideremos una cárcel o un maravilloso templo, lo cierto es que vamos a pasar la vida entera dentro de él, con el añadido de que no es un ente estable sino que está en constante modificación.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, amo profundamente los animales, pero entre mis peculiaridades de personalidad no se encuentra la misantropía.
¿Es usted cruel?
En absoluto, todo lo contario. Y si me atrevo a mostrarme así de rotunda es porque la crueldad es la actitud que mayor rechazo me ha provocado desde que tengo memoria.
¿Tiene muchos amigos?
Depende de con quién me compare. Soy bastante sociable, así que no puedo quejarme ni de la cantidad ni de la calidad. Aunque, como solía decir mi abuelo, de buenos amigos siempre estamos faltos, aun cuando sobrados.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Mis amigos son personas muy variadas en sus características. Amo la bondad, la inteligencia, el ingenio, el talento y la alegría, pero con tener un buen entendimiento natural y sentirme cómoda en su compañía estoy más que feliz.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No demasiado, soy bastante independiente y no demando energía de manera continua.
¿Es usted una persona sincera?
Bastante más que la media pero menos de lo que en el fondo me gustaría. Supervivencia lo llaman.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Tengo mucho menos tiempo libre del que querría, pero me encanta viajar. También hacer deporte, leer, el cine, aprender idiomas, estar al aire libre... En definitiva, intentar ser feliz.
¿Qué le da más miedo?
La enfermedad. La mía y la ajena. Sobre todo la incapacitante y crónica.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que el 8% de la población mundial sea dueña del 83% de la riqueza.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No tengo claro que escribir sea una decisión voluntaria, más bien creo que es una consecuencia de un cúmulo de pequeñas decisiones encadenadas, de una personalidad concreta y del azar. De pequeña quería ser bailarina, pero esa profesión entra también de lleno en la creatividad.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, me gusta mucho practicar deporte. Ando en bici, nado, esquío, hago senderismo, y cuando no tengo oportunidad de hacer ninguna de estas cosas, procuro andar entre cinco y ocho kilómetros diarios.
¿Sabe cocinar?
Sí, me apaño bastante bien, incluso tengo algún que otro plato estrella para sorprender a los amigos. Me independicé muy pronto, así que no me quedó más remedio que aprender a cocinar si no quería pasarme la vida malcomiendo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Si le soy sincera, y con todos mis respetos, no siento demasiada simpatía por el Reader's Digest.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Libertad.
¿Y la más peligrosa?
Hipocresía.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, como todo el mundo. Y en varias ocasiones incluso lo he hecho, mediante el olvido.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Todas aquellas que estén al lado de la justicia social, la redistribución equitativa de la riqueza, el respeto por los derechos humanos, la búsqueda infatigable de la libertad, la promoción de la educación y la cultura y la conservación del medio ambiente.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Si tiene que ser una cosa, elijo un árbol. Un árbol centenario y frondoso a cuya sombra se sienten los caminantes a lo largo de los siglos.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Tengo cierta aversión a los vicios confesados, tipo confesión en Alcohólicos Anónimos. Los vicios son más divertidos cuando son secretos.
¿Y sus virtudes?
Por elegancia, en el caso de haberlas no debería ser yo quien hablase de ellas.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Los recuerdos más luminosos de mi vida y el rostro de algunas de las personas que más he amado.

T. M.