martes, 8 de julio de 2014

Entrevista capotiana al P. Carlos Juliá Braun

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, del P. Carlos Juliá Braun.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Castelórizo. Es esa isla diminuta del Dodecaneso que se encuentra frente a la costa turca; la isla griega más oriental. En ella se encuentra la Cueva Azul, seguramente la caverna más hermosa del mundo.
¿Prefiere los animales a la gente?
No puedes tener animales en un barco. No sé si es una respuesta.
¿Es usted cruel?
Se lo está preguntando a un poeta satírico… Solo cuando me provocan lo suficiente, que es con demasiada frecuencia (el Señor me perdone).
¿Tiene muchos amigos?
Prefiero tener amigas; pero, entiéndame, solo a efectos de mi vocación pastoral.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que inviten a metaxá con prodigalidad o, en su defecto, se dejen invitar.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
La capacidad de decepcionar del hombre es infinita y consustancial a su naturaleza; si no fuera por eso, ¿de qué escribiríamos los poetas satíricos? ¿A quién convertiríamos los cristianos?
¿Es usted una persona sincera? 
En esa precisa cuestión fundamental se basa enteramente mi trayectoria como pastor de almas.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Navegando y orando.
¿Qué le da más miedo?
Perder la razón. Pero, como el Señor está de mi parte, suelo tenerla casi siempre.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Hace mucho que no veo la televisión.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
En realidad no soy escritor: soy un marino con cierta predisposición a la prédica piadosa y a la sátira como ejercicio verbal, lo cual me convierte en escritor como efecto colateral, y en protodiácono greco-melquita en un complejo nudista solo gracias a la enorme generosidad de mi amigo el M. I. y Rvdmo. archimandrita padre Arkadios González y a un diploma que le había comprado online a la Universal Life Church (Modesto, California). Además, como hay que ganar dinero para mantener los aparejos del barco, también soy calafate, como mi padre; y, para malgastarlo, en los ratos libres abro una galería de arte. Pero, en definitiva, creo que nada de lo que hago me determina tanto como mi actividad de piloto de barco ni querría ser otra cosa.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
La navegación es algo ciertamente físico, aunque no dude que tiene una vertiente espiritual. En cuanto a la prédica del Evangelio, el archimandrita Arkadios podrá atestiguar que a veces me ha costado espesos sudores.
¿Sabe cocinar?
Soy perfectamente capaz de abrir latas de conservas sin sufrir un solo rasguño; y preparar cócteles es parte de mi programa pastoral de los últimos veranos, en que colaboro con el archimandrita Arkadios en su comunidad en Creta.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Cecilia Giménez.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Promesa.
¿Y la más peligrosa?
Compromiso.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
En algún período sórdido de mi vida, haber tenido a mano un objeto contundente habría sido fatal. Afortunadamente, el Señor los alejó de mi alcance.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Tengo tendencia a no votar a los que, habiendo gobernado, han demostrado ya que no nos representan. Por hablar del ejemplo español, me refiero a partidos integrados indisolublemente en redes de corrupción; a políticos enrocados en sus privilegios de casta: PP, PSOE, IU o los nacionalistas. Mire que aquí me he puesto serio.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Miembro del equipo de George Clooney en Ocean’s Eleven.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La pereza.
¿Y sus virtudes?
Un magnífico bronceado.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Desgraciadamente, no necesito imaginármelo: en cierta ocasión, hará unos veinticinco años, singlando por el estrecho de Mesina, estuve a punto de ser engullido por el espíritu de Caribdis. Fue el primer barco que perdí, pero durante unos minutos pensé que no iba a ser eso lo peor que perdiera. Usted va a pensar que bromeo cuando se lo cuente, pero nada de lo que he dicho en esta entrevista ha sido más en serio… En esos instantes dramáticos se me vino a las mientes aquella secuencia de Atrapa a un ladrón en la que Cary Grant besa a Grace Kelly mientras esta lo tienta con su gargantilla de falsos diamantes e iluminan el cielo los fuegos artificiales. Aquellos fotogramas de un 1955 que se nos antoja castísimo, casi antediluviano, convirtieron a muchos de los que vimos aquella película de Hitchcock –incluso a los que ya la vimos en épocas mucho más liberales– en sátiros admiradores de una mujer sobrenatural a la que no había en el mundo corona de princesa que hiciese justicia. Quizá no se lo crea, pero ese cuello, esa piel blanca, ese rostro de ángel y ese beso fueron lo que pasó ante mis ojos cuando estuve a punto de morir ahogado. Que Dios, en su infinita misericordia, perdone mis pecados.

T. M.