martes, 26 de agosto de 2014

Jaume Vallcorba: un atrevimiento impagable


Esta mañana, en el cementerio de Montjuic, ha sido incinerado Jaume Vallcorba, y hoy a las 16 h se celebra el sepelio, informan desde la editorial Quaderns Crema-Acantilado. El domingo publiqué esto en el periódico:

El buen lector, el que exige la máxima calidad, la máxima audacia, la máxima elegancia, siempre ha tenido y tiene una cita con la editorial Acantilado, para libros en castellano, y con Quaderns Crema, en catalán. Dos sellos de extraordinaria factura que fueron concebidos, respectivamente, en 1999 y veinte años antes, en un 1979 ya constitucional en que vieron la luz dos libros de poesía, de un clásico como Ausiàs March, y de un autor por entonces muy joven y que en efecto ha tenido una trayectoria sobresaliente, Antoni Marí. El objetivo de Vallcorba era claro: “Presentar autores clásicos en ediciones nuevas y cuidadas pensadas para un lector contemporáneo que, sin ser especialista, tuviera curiosidad por leer sin obstáculos autores importantes patrimonial”.

Fueron concebidos por un hombre experto en literatura medieval, que abandonó la docencia universitaria hace un decenio llamado Jaume Vallcorba y al que los amantes de la alta literatura habrán de rendirle pleitesía infinitamente. Sólo así, con esa alta estima, y con la continuidad de leer sus novedades de literatura clásica y contemporánea, se puede agradecer una labor, dentro de la edición independiente, que podría enmarcarse en otras iniciativas editoriales que han marcado el devenir de la edición española, cambiándola para siempre, como en los casos anteriores, en castellano aún en la dictadura, de Jorge Herralde con Anagrama en Beatriz de Moura, ambas fundadas a fines de los años sesenta.

Vallcorba se tomaba la edición como un juego –y por lo tanto ni se planteaba la jubilación– y decía que editaba a autores clásicos que hoy podían conversar con nosotros. Ciñéndonos a su dedicación a la editorial cuyo logotipo es la silueta de un hombre lanzándose hacia abajo –el acantilado lo pone la imaginación–, toda una generación de lectores de este siglo ha convertido al austriaco Stefan Zweig en un autor queridísimo, inolvidable, con sus relatos, novelas, ensayos y sus memorias “El mundo de ayer”. Las “Conversaciones con Goethe” de Eckermann, los “Ensayos” de Montaigne o las “Memorias de ultratumba” de Chateaubriand son, asimismo, ejemplo de cómo un editor ponía al alcance de la mano ediciones de calidad industrial impecable: los libros están impresos en papel con un ph neutro y cosidos con hilo vegetal, lo que garantiza su perdurabilidad (Vallcorba decía, ufano, que 500 o 600 años).

Así, Vallcorba revolucionó por completo el mundo de la edición, descartando las técnicas al uso y asomándose a lo que se hacía en Italia o París: con la complicidad del corrector Andreu Rossinyol –venerados por los hermanos Ferrater–, del que Vallcorba dijo haber recibido las lecciones de gramáticas esenciales de su vida, introdujo tipografías, empleó la versalita de forma significativa, e ideó cubiertas blancas con ilustraciones abstractas que contravenían todo lo que hasta entonces se estaba haciendo, e incluso se fijó en el mundo del cómic junto a otro ayudante de excepción, Quim Monzó, a la sazón uno de sus autores fetiche. Su atrevimiento estético, unido al deseo de proporcionar al lector nombres señeros de la literatura catalana que estaban al margen de las corrientes dominantes, y además apoyar la obra nueva tanto de poetas como de narradores y ensayistas, realmente son impagables.

Publicado en La Razón, 24-VIII-2014