sábado, 13 de septiembre de 2014

Semifinales de la Copa del Mundo de Baloncesto en el Palau Sant Jordi: guion cumplido

Todo en la tarde es previsible. 11 de septiembre. De camino a Montjuic, nos metemos en un hormiguero: gentes –todas– vestidas de amarillo o rojo, caminando, ocupando las terrazas enteras de los bares. Banderas. La vestimenta y los símbolos quieren delatar, quieren presumir, de lo que es uno. Nosotros, con ropa de civiles sin causa que reivindicar, sin indignación que transformar en manifestaciones alienantes, somos los que vamos disfrazados, como si fuéramos turistas en nuestras propias calles. Ya en la Plaza España, más personas con los colores y prendas de sus afectos: hinchas estruendosos de Lituania, o americanos o lugareños con las camisetas de sus jugadores preferidos de la NBA. Ese es el enfrentamiento de la noche, y todo va a ser previsible.

Lituania se muestra magnífica en toda la primera parte, pero al comenzar el tercer cuarto, todo estalla: solo bastan los dos primeros minutos para que Estados Unidos se marche en el marcador cual liebre de tortuga sin tautologías de por medio. El resto es una exhibición del poderío físico de los gringos, con Faried, para mí el mejor del torneo para su equipo, y Harden y Curry, las dos estrellas a priori, arreglando sus malos porcentajes durante estos quince días. Lo más destacable, la increíble afición lituana, todos como un cencerro, siempre animando, siempre alegres, siempre leales a los hijos de Sabonis, que estaba en el palco de autoridades.

14 de septiembre. Mañana todo será previsible. Los Estados Unidos vencerán de, espero, menos de treinta puntos, ojalá menos de veinte, a los correosos serbios, que seguro jugarán a ganar, porque en su ADN de competidores natos no cabe otra cosa, y hoy lituanos y franceses lucharán por colgarse un bronce. La Selección Española estará por ahí, en forma espectral, con el arrogante Orenga parapetándose en la idea de que es un miembro de la Federación, como si fuera un escudo protector de su malísima gestión del grupo y su escasa capacidad de reacción en medio de un partido decisivo. Qué poca dignidad en las personas que mandan hoy en día; el antiguo orgullo ha desaparecido: nadie quiere abandonar su butaca en el ferry que se ha hundido, pues su salvavidas es de primera calidad. Que chapoteen otros. En vez de tener la valentía de reconocer los errores propios y retirarse, castigarse, aquellos que han tocado el cielo pero hoy se han salpicado de barro pretenden construir enclenques andamios con los que seguir controlando lo que tienen alrededor.

En otoño se escenificará la sustitución del técnico, y así se habrá evitado el melodramatismo que hubiera supuesto destituirlo ahora. Lo que no sé es cómo ahora veremos, trataremos, a estos jugadores fabulosos que consiguieron hazañas dando ejemplo de fuerza, superación y fraternidad, pero que hace tres días nos dejaron empantanados. Aún nos dura la sensación de extrañeza. Y durará, o mejor dicho, se reactivará, cuando el verano que viene llegue el europeo, con nuevo entrenador seguro y con un equipo que se presume muy poco renovado.