En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Luis Gracia Mosteo.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Sin
duda, un valle de los Pirineos hace un par de siglos, cuando los ciclos de la
agricultura regían la vida, el mundo no existía más allá del horizonte y la
naturaleza te atendía agradecida. En la Casa Chuan de mi padre, donde mi
familia vive desde 1600, Oliván, a veinte kilómetros de Francia, esa que
aparece en La saga de
los Pirineos o La dama cautiva de Jaca.
Me imagino recibiendo paquetes de libros y dejando caer la mandíbula al
enterarme de los progresos de la Ilustración para luego regresar a las faenas
del campo consolado de que allí no llegara ese mundo pluscuamperfecto.
¿Prefiere los animales a la
gente?
¿Pero
no somos lo mismo? Lo digo porque, como Franco Battiato, pienso que cada uno
lleva un animal dentro. Al principio, abundó el hombre-rata, que vivía de la
carroña. Luego, el hombre-perro, sumiso y asustado. Hoy, el
hombre-tigre dientes de sable, inteligentísimo, hiperdesarrollado y
condenado a ser víctima de su propio virtuosismo. Somos tan listos que
parecemos tontos. Los extremos, ya se sabe.
¿Es usted cruel?
Soy
crudo, cruento (ah, el bistec) y algo Cro-Magnon, es decir, aragonés literal y
literato, pero cruel, no. La crueldad la dejo para mis personajes.
¿Tiene muchos amigos?
Cuando
era niño tenía amigos; cuando pasé los treinta pasé a tener amistades (a esa
edad todo el mundo se mueve por intereses, no buscando tu encantadora compañía);
ahora tengo un loro que se llama Quehaydecomer, el cual llevo conmigo sobre el
hombro a ver cómo responde la gente.
¿Qué cualidades busca en
sus amigos?
Que
sean leales, pero además que les guste comer, beber y, sobre todo, reír. Me
aburren los escritores. Si le dan más brillo a su yo, hunden las Eléctricas.
(Oiga, qué buena idea: invite a dos escritores a su casa y ahorrará en la
factura de la luz. Eso sí, esconda antes lo que hay de valor.)
¿Suelen decepcionarle sus
amigos?
Solo
cuando no me devuelven los libros, no me invitan a vino o no tienen pelos en la
lengua y dicen “Estás más calvo, colega”, o “Jo, qué lustroso estás…” Ya no hay
consideración.
¿Es usted una persona
sincera?
Yo
solo soy un hombre que lucha por la paz mundial, nada más que eso, un alma casi
tan cándida y tierna cual un político actual.
¿Cómo prefiere ocupar su
tiempo libre?
Perdón,
soy Mosteo, no Perales, aunque nos llamemos igual. Esta pregunta me suena a “¿Y
quién es él?”, y todo eso. Se ve que al amigo Truman le gustaba José Luis. En
todo caso, mantengo un romance a tres bandas con mi sofá, mi televisión y mi
nevera, así que me dedico a cortejarlos. A veces, hasta leo un libro, en el
metro, la cama o el retrete, que es donde leo poesía. No sabe usted cómo ayuda.
¿Qué le da más miedo?
Las
cartas certificadas, los políticos en tiempo de elecciones, la intolerancia no
solo a la lactosa, el futuro imperfecto que nos ha dejado la peña y esa panda
de pirados vestidos de negro que son la vertiente almohade del Ku Klux Klan.
¿Qué le escandaliza, si es
que hay algo que le escandalice?
Que
hay gente que muere de hambre y palma por no tener para una aspirina, y gente
que muere de exceso de pasta no exactamente dentífrica y colesterol. Es una
pena que no abran la veda del tomatazo. A picar ponía a todo el Senado y las Diputaciones.
A los del Congreso, los hacía mileuristas. A ver cuántos padres de la patria
mantenían su vocación.
Si no hubiera decidido ser
escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Agricultor,
posiblemente; profesor en otro mundo (tal vez EEUU del que me zafé aunque no sé
ahora si hice bien, visto cómo se ha puesto todo), o vendedor de crecepelos,
adelgazantes y curalotodo.
¿Practica algún tipo de
ejercicio físico?
Soy
un maestro en el lanzamiento de frutos secos al gaznate, cien metros lisos bus
y levantamiento de jarra.
¿Sabe cocinar?
Me
perdonará si le digo que casi soy un chef. Tal es mi virtuosismo. Cocino tan
bien las latas de fabada, las lentejas Litoral y los churros congelados, que
mis amigos no paran de venir todos los
lustros.
Si el Reader’s
Digest le encargara
escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién
elegiría?
Tendría
que pensarlo entre Jules Laforgue, mi poeta de cabecera; Alejandro Magno,
fascinante e increíble; o mi padre, que era un cacho de pan. Aunque seguro que
me quedaba con el último pues me encantan las migas a la pastora. Divinas, oiga.
¿Cuál es, en cualquier
idioma, la palabra más llena de esperanza?
Paz,
pero también nosotros, vosotros y ellos. Pensar en los demás, aunque, ahora que
lo pienso, también “multa de aparcamiento” o “político a la fuga” están hoy
llenas de esperanza.
¿Y la más peligrosa?
Yo,
mi, me, conmigo, pero también dogmatismo y fanatismo. También, xenofobia.
Estamos rodeados de bobos que no leen y cultivan las palabras terminadas en
ismo y fobia.
¿Alguna vez ha querido
matar a alguien?
No,
pero sí darle un puñetazo, aunque a decir verdad, sí que lo he dado. Lástima
que haga tanto tiempo que no practico. Estoy perdiendo las buenas costumbres, viejo casi gagá.
¿Cuáles son sus tendencias
políticas?
Pertenezco
a una generación que pasó del comunismo al consumismo para acabar en el
escepticismo, así que me declaro abolicionista, antimilitarista, periodista, abstencionista,
antifascista, automovilista, ascensorista, camorrista, novelista y, sobre
todo, aragonesista. En todo caso mi gran sueño es ser pensionista.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Las
yemas de los dedos de Warren Beatty, como dijo Woody Allen; las papilas
gustativas de Miguel Ángel Almodóvar, o las cuerdas de la guitarra de Bob Dylan,
pero también un pájaro Fénix, una paella inmensa o una cuba de roble. Todo muy
espiritual.
¿Cuáles son sus vicios
principales?
La
seriedad y la compostura. Soy un hombre circunspecto y estirado amigo del
almidón y los cuellos duros. Tengo que cambiar, lo reconozco. Esta entrevista
es la prueba del algodón.
¿Y sus virtudes?
El
tesón, la lealtad y el silencio. Confíeme su pin del cajero automático y lo
comprobará.
Imagine que se está
ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Sin
duda, mi tía Josefina llevándome de la mano, el río Jalón en verano, mi padre
en el campo, Luis y Luz corriendo, los melocotoneros desgarrados por el peso de
la fruta, la Ponci sonriendo, el primer beso a los quince años, los viajes a
los Pirineos, mi hermana nadando, las noches con grillos y la vez en que
estreché la mano y charlé unos minutos con Jorge Luis Borges en el Retiro de
Madrid, algo que registró la tele, si no, pensaría que lo he soñado. Entonces
supe que existía Dios.
T. M.