sábado, 11 de octubre de 2014

Patrick Modiano. El narrador hipnótico


Hay algo indefinible en la narrativa de Patrick Modiano que lo vuelve irresistible para cierto tipo de lectores que gustan de ritmos pausados y atmósfera parisina reconocible, que lo hace encandilador para muchos escritores, colegas de profesión que quedan subyugados ante el ropaje introspectivo, un modo de contar las cosas lacónico y sobrio, de este autor francés consagrado discretamente a su obra, por cierto casi toda traducida al español. En el reciente «La ciudad de los pasos lejanos» (editorial Pre-Textos), José Muñoz Millanes incluía varios epígrafes extraídos de sus libros que eran una llamada de aviso sobre lo que se iba a encontrar el lector: “La precisión topográfica de los relatos de Modiano, la geografía urbana de Modiano, Baroja y Azorín, confundiéndose accidentalmente, en París, habla de doloridas sombras y fantasmas”.

Ese París que pisó Azorín al estallar la Guerra Civil Española y que surge en el trabajo de este estudioso podría ser el mismo en el que divagan por plazas, cafés y bulevares los personajes de Modiano, doloridos, fantasmales, en plena Ocupación alemana. Esa admiración generalizada por las historias del autor galo estallaría precozmente: con veintipocos años es capaz de debutar con una novela, “El lugar de la estrella”, que es todo un acontecimiento para el ambiente literario parisino. De repente, el año 1968 presencia una obra que parece firmada por un prosista veterano: intelectualista, atrevida, reflexiva, sobre un muchacho esnob exquisito, culto, malévolo y elegante que irá conociendo lo peor y lo mejor de un entorno en donde la tensión entre franceses, judíos y nazis es manifiesta.

Ese dominio del escenario y los entes que en él teatralizan la urgencia de sobrevivir, además trufado de apariciones de personajes reales, como Proust, Céline o La Rochelle ─reflejo incontestable de su madurez narrativa desde muy pronto─, tendrá continuación con las novelas “La ronda nocturna” y “Los paseos de la circunvalación”; las tres conforman una serie que reunió Anagrama hace casi tres años y que llevó un prólogo de José Carlos Llop, uno de sus innumerables colegas-admiradores, que se preguntaba y respondía: “¿Su estilo?: una respiración lenta e hipnótica, con el dring cristalino y el swing jazzístico de los felices veinte”. De ahí que comparara al autor de “Un pedigrí” con quien retrató toda una época, F. S. Fitzgerald: ambos encandiladores, captadores de climas que, de forma indefinible, misteriosamente inexplicable, atrapan al lector y lo hacen leal a todas sus páginas.


Publicado en La Razón, 10-X-2014