lunes, 24 de noviembre de 2014

Entrevista capotiana a José María Merino

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José María Merino.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Qué terrible disyuntiva: o la montaña del abuelo de Heidi, o la isla de Robinson Crusoe, o el St. Petersburg donde que vivía Tom Sawyer, junto al Misisipí...
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de la persona y depende del gato.
¿Es usted cruel?
Procuro no serlo. Aborrezco profundamente la crueldad.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo relación amistosa con bastante gente, pero lo que se dice amigos, amigos, solo algunos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Afecto, lealtad, lucidez.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Si un amigo te decepciona, bórralo de la lista en el acto. La verdadera amistad, como el verdadero amor,  no admite componendas.
¿Es usted una persona sincera? 
Intento serlo, pero la sinceridad absoluta es imposible. Solo se puede ser de verdad sincero con las personas muy cercanas, y aun así...
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
¿Vacaciones, por ejemplo?: leer, andar, nadar, hacer trabajos manuales, vivir en la naturaleza...
¿Qué le da más miedo?
La mala suerte.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La enorme cantidad de hijos de puta que hay en nuestra especie.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Ahora pienso que algo relacionado con actividades manuales: ebanistería, jardinería... Pero no sé si me hubiera ocurrido cuando era joven.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Nado.
¿Sabe cocinar?
Salvo la repostería, creo que mi nivel de cocinero no es del todo malo...
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Por ejemplo, a Manuel Azaña, un hombre de buena fe que vio derrumbarse todo aquello en lo que creía.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Pues “esperanza”, precisamente.
¿Y la más peligrosa?
Fe. Sobre todo, si se escribe con mayúscula.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, pero a nadie cercano: a protagonistas de determinadas noticias tenebrosas y dañinas.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Sigo siendo socialdemócrata, a pesar de todo...
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
¿Otra especie? Pues un animal acuático, un delfín, acaso, en un mundo sin seres humanos, naturalmente.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Viví la juventud en un represivo nacional-catolicismo que no me dejó ser todo lo lujurioso que hubiera querido. A estas alturas ya no fumo, bebo poco, no soy glotón, ni perezoso, ni avaricioso... Lamento tener tan pocos vicios: debe ser cosa de la edad.
¿Y sus virtudes?
Intento ser magnánimo, nada menos, pero la verdad es que resulta difícil...
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Ya lo he experimentado. Y lo que me pasó por la cabeza fue: ¡me estoy ahogando!, entre la angustia y la incredulidad. Ni más ni menos.

T. M.