jueves, 6 de noviembre de 2014

Sé perfecto o muere

El 25 de noviembre de 1970, en Tokio, Yukio Mishima entra en el despacho del jefe del Estado mayor del ejército, tras reducir a los guardias con cuatro hombres del comando de extrema derecha que ha fundado. Acto seguido, sale al balcón para proclamar sus quejas en público –la desmilitarización de Japón y la pérdida de sus valores tradicionales– y, de vuelta adentro, se deja el torso desnudo, se asienta sobre los talones, grita tres veces «¡Larga vida al emperador!» y se clava una daga. Un compañero le da el golpe de gracia, aunque no logra decapitarlo hasta la tercera vez, y es otro quien descabeza a ambos. En su escritorio se encontrará una última nota: «La vida humana es breve, pero yo quisiera vivir siempre».

Ese harakiri impide el envejecimiento de un hombre cuya “ilusión de conseguir un cuerpo perfecto es el reverso de su deseo de alcanzar una muerte perfecta”, dice el escritor y senador nacionalista Shintaro Ishihara en este libro original de 1991. Traducido por Yoko Ogihara y Fernando Cordobés, constituye un documento excepcional del que fuera amigo de Mishima desde muy joven; un acercamiento rotundo y vívido, de fraternal crítica, al narcisismo desmesurado de aquel que se consagró al culturismo, quiso ser boxeador y practicante de artes marciales, e incluso actor, sin tener buenas condiciones para nada de ello. Semejante psique es de interés continuo, como demostraron Marguerite Yourcenar en “Mishima o la visión de la vida” (1981) y Juan Antonio Vallejo-Nájera en “Mishima o el placer de morir” (1995), y en este caso, Ishihara aporta al análisis psicológico un anecdotario memorable.

El escritor, muy polémico en su país por su discurso político populista y declaraciones racistas y sexistas, sin embargo se muestra muy sensible ante la obra y vida del que dice estar “plagado de contradicciones”, lo cual “convierte su existencia en un irresistible foco de atención”. Aún hoy más si cabe, cuando el marketing y la importancia de la imagen son cruciales para comunicar tanto un producto como una creación artística determinada. La obsesión por fotografiarse y protagonizar películas, la ansiedad por recibir el premio Nobel y al fin una muerte “que le evitó la decadencia”...; esa necesidad de ser admirado queda patente en las páginas de un Ishihara que, además reproduce también tres valiosas conversaciones entre los dos, regalándonos una visión de Mishima ya indispensable para aproximarnos a su pensamiento, talento narrativo y acción sociopolítica.

Publicado en La Razón, 6-XI-2014