viernes, 12 de diciembre de 2014

Entrevista capotiana a Alberto Hontoria Maceín

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Alberto Hontoria Maceín.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Un lugar del que no se puede salir –por muy acogedor o paradisíaco que sea– no deja de ser una cárcel. Y no me agrada la perspectiva de tener que elegir una jaula. Es como si me obligasen a escoger en qué celda prefiero que me encierren.
¿Prefiere los animales a la gente?
Desde que era bien pequeño he sentido debilidad por los animales. Han sido parte esencial de mi vida. Detesto que la gente sea insensible al dolor de los animales. Me encanta que las personas no se obstinen en separarnos del resto de especies y que entiendan que los seres humanos somos sencillamente unos animales muy bellos y maravillosos.
¿Es usted cruel?
No, en absoluto. De hecho, tolero muy mal la crueldad ajena, lo que me vuelve más rencoroso que despiadado.
¿Tiene muchos amigos?
Como suele decirse, podría contar a mis amigos con los dedos de una mano.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Nunca se buscan premeditadamente cualidades concretas cuando comienza a establecerse un lazo de amistad. Considero que la magia de las amistades reside precisamente en que son hallazgos que no han sido precedidos de ninguna búsqueda.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Los amigos que me han decepcionado de una manera profunda y significativa han dejado de ser mis amigos.
¿Es usted una persona sincera?
Trato de serlo siempre. 
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo, tocando la guitarra, viendo una película, charlando tranquilamente con un amigo, paseando con mi perrita…
¿Qué le da más miedo?
La omnipresencia del miedo. Que el miedo acabe convirtiéndose en el único argumento para explicar todas nuestras equivocaciones, todas nuestras desdichas.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Las injusticias.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Siempre me he imaginado consagrando mi vida a alguna forma de arte: la música, la pintura, la escultura, la fotografía… Pero si no me hubiera entregado a ninguna disciplina artística, creo que habría sido profesor.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Camino mucho y juego al baloncesto. Hasta hace no mucho tiempo, corría a diario. Me he propuesto volver a salir a correr o montar de nuevo en bicicleta. En general, me atrae cualquier deporte que se realice al aire libre. Soy alérgico a los gimnasios.
¿Sabe cocinar?
Estoy aprendiendo ahora.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Probablemente elegiría a Aaron Sorkin, el creador y guionista de series de televisión como El Ala Oeste de la Casa Blanca, Studio 60 y The Newsroom. También ha firmado el guion de un puñado de buenas películas. Es un rara avis del medio televisivo que ha escrito los diálogos más lúcidos e ingeniosos con los que me he topado jamás.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Esa misma palabra: esperanza.
¿Y la más peligrosa?
Desesperación. Es decir, la pérdida completa de esperanza.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Cada vez que abro un periódico o veo un noticiario me entran ganas de matar.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Invito a los lectores de esta entrevista a que lean Disjecta membra y mi primera obra publicada. En ellas quedan patentes mis inclinaciones políticas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Cualquier objeto que, por su valor sentimental, va pasando hermosamente –como un singular tesoro– de generación en generación.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La testarudez, un idealismo que me ha deparado más decepciones que alegrías, el prejuicio con el que miro los gustos mayoritarios o las preferencias más extendidas, la fragilidad y la indecisión (he de decir que estos dos últimos vicios los estoy combatiendo con tenacidad y me los estoy quitando de encima).
¿Y sus virtudes?
La sensibilidad, el sentido de la justicia, el reconocimiento total de mis defectos y errores, la fe en la magia de la vida, el anhelo de compartir, la búsqueda constante de la belleza y, sobre todo, el apasionamiento y el amor con los que hago las cosas que me fascinan y persigo los sueños por los que merece la pena levantarse cada día.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
En semejante situación lucharía con tanto ahínco por salvar la vida que no creo que tuviese margen para imaginar. No obstante, si fuese cierto que durante la agonía hacemos una suerte de repaso autobiográfico fugaz, me gustaría revivir los instantes más bonitos de mi existencia y rememorar los momentos de mi infancia que ya no logro recordar.

T. M.