Soy un incondicional de Miguel Albero, de
su escritura, ingenio, sentido del humor, originalidad, de su voz única que
siempre despierta una sonrisa blanca, una crítica social mordaz pero respetuosa,
un modo de ver luminoso el día más nublado. En su momento contestó aquí la
entrevista capotiana, y en su momento reseñé sus novelas Lenta venganza y Ya queda menos, y antes y después de ello, leí con deleite sus otras narraciones,
siempre geniales: Principiantes y Cruces, y sus ensayos excepcionales: Enfermos del libro e Instrucciones para fracasar mejor. Toda
esa mirada de ironía y sátira, de divertimento y lucidez, de reírse de sí mismo
como de todo lo circundante, se ha extendido también a sus recientes
incursiones poéticas, como Sobre todo
nada, que son… ¡versos de hospital!, y este que acaba de salir, Lista de esperas (Abada Editores). Albero es un mago en
sacarle partido a un concepto, a una idea común, y darle la vuelta para,
desenmascarándola de su aspecto cotidiano, darla nueva, para cuestionarla, para
ser motivo de risa o de reflexión detenida risueña. Al respecto de este libro,
sólo reproduciré una frase de la contracubierta, a la espera de que el lector
dé con él y lo disfrute: “Muy recomendable para leer en aeropuertos, consultas
médicas o paradas de autobús”.