miércoles, 11 de marzo de 2015

Entrevista capotiana a Mauricio-José Schwarz

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Mauricio-José Schwarz.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
París, probablemente. Aunque temo que mi inquietud podría llegar a hacerme querer incluso dejar París, es una ciudad que me parece inagotable.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de los animales y depende de la gente. Claro que prefiero la compañía y cercanía de mi perro que las de muchas personas que conozco. Pero no llego a la misantropía: siempre salvaría a un niño humano antes que a un animal no humano.
¿Es usted cruel?
No, no intrínsecamente. Todos pensamos en ocasiones en hacer algo cruel, pero nunca lo llevamos a cabo y solemos avergonzarnos de nuestra idea.
¿Tiene muchos amigos?
No. Nunca los he tenido. Tampoco los he necesitado. Funciono bastante bien en solitario.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Inteligencia e integridad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Es muy infrecuente porque los suelo conocer bien, lo que quiere decir que cuando fallan en algo no es sorpresa, sino parte del panorama normal. No me decepciona porque sé que iba a pasar, pero me cabrea. Estoy convencido de que si alguien nos decepciona, la culpa es nuestra por crearnos expectativas irreales.
¿Es usted una persona sincera? 
Mucho, no soy dado a diplomacias, cortesanía y besamanos. Esto lleva a que se me considere en muchos casos descortés y maleducado.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Escuchar música, leer, tomar fotografías y ver televisión, documentales, series y dibujos animados, sobre todo.
¿Qué le da más miedo?
El dolor, que es obvio, y la pérdida de la libertad y la independencia. Precisamente por mi tendencia a ser un solitario en gran medida autosuficiente, la dependencia es una perspectiva temible.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La capacidad de mentir de quienes viven precisamente del engaño ajeno, aún no logro acostumbrarme al espectáculo del mentiroso descarado. La violencia también lo consigue.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Probablemente investigación en comportamiento animal y humano. Fue un tema que me apasionó en mi adolescencia y al que le dediqué muchísimo tiempo, pero al final lo dejé para dedicarme a la música, la literatura y el periodismo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No. Y debería.
¿Sabe cocinar?
Una gama limitada de platos, pero con control total sobre el resultado.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Quizás mi tío Carlos. Era un hombre pequeñito, que tenía una tienda de pintura y había dedicado su vida a una hija nacida con una grave discapacidad. Me enseñó mucho sobre política y honestidad mientras yo ayudaba en la tienda despachando litros de aguarrás, brochas y botes de pintura. Incorporaba todas las contradicciones del México del siglo XX, muchas de sus virtudes y pocos de sus vicios.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Mañana.
¿Y la más peligrosa?
Dios.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Con seriedad no lo creo. Es fácil expresar las palabras “lo mataría” o similares, pero su paso a un deseo real es un compromiso demasiado intenso.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Izquierda libertaria, socialdemócrata, antiautoritario y convencido de que los derechos y las libertades no se contraponen sino que se complementan.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Cantante. De rock, se entiende.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La Coca-Cola, los debates en red, el trabajo y la música.
¿Y sus virtudes?
Ser fiel a mis principios y leal a la gente que quiero. Creo. Aclaro que creo que nadie hace un buen trabajo describiendo sus propios vicios y virtudes porque finalmente está haciéndose un homenaje a sí mismo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Demasiadas como para enumerarlas, desde preescolar hasta la semana pasada. Pero lo interesante es haber descubierto que, en realidad, nuestros recuerdos privilegian momentos, frases, imágenes que se quedan cuando todo lo demás se ha difuminado. Saber que no tenemos una historia continua, sino un álbum de instantáneas que hacen que valgan la pena los huecos de los que no recordamos mucho.

T. M.