martes, 28 de abril de 2015

Mi idolatrada Islandia, también mundana

Este libro sin pretensiones, jovial y directo, breve y sorprendente, es una de las mejores maneras de aproximarse a Islandia, país que amo desde que lo conocí en un viaje alucinante, insuperable por el cómo, el con quién y el porqué, que me llevó a su tierra y a sus volcanes y a sus lagos hace unos cuantos veranos. Admiro de la sociedad islandesa muchísimas cosas, pero necesitaba una visión desde dentro, y es lo que me ha ofrecido el maravilloso De cómo me convertí en alcalde y cambié el mundo, del cómico Jón Gnarr, que se metió en política casi en un acto gamberro y finalmente, sí, salió elegido como alcalde de Reikiavik. Su crónica biográfica, digna de conocerse y ser un ejemplo para todo partido político del mundo, muestra que, también en un lugar como la Isla de Hielo, hay gentes codiciosas, envidiosas, agresivas. Islandia es mundana y tiene en potencia lo peor de la condición humana, como cualquier sitio del planeta; la crisis económica y la mala gestión política y bancaria que se produjo allí atestiguan tal cosa de modo incuestionable. Necesitaba ese trago de realismo duro, y ahora conozco más y mejor el país del que aún no he vuelto el todo, pues los recuerdos de sus paisajes y vivencias allí me acompañan cada día, y son imperecederos en mi novela Hildur.
Vista panorámica de Reikiavik desde un restaurante elevado