martes, 12 de mayo de 2015

Desencanto del comunismo


Wislawa Szymborska solía negarse al recuerdo personal y privado. Sería la insistencia de las periodistas Anna Bikont y Joanna Szczęsna lo que llevó a ir urdiendo este libro, traducido por Elzbieta Bortkiewicz y Ester Quirós, muy asentado en los propios poemas de la premio Nobel 1996 que glosan cada etapa de su vida, así como en las columnas que escribió durante treinta años, tituladas «Lecturas no obligatorias». El trabajo es redondo, pues se capta a la perfección la personalidad bienhumorada de la escritora, su humildad y sencillez, y su desapego al comunismo que, tras la Segunda Guerra Mundial, cierta juventud polaca pensaba que sería la salvación de la sociedad.

Sus antepasados, su niñez y amor por su padre, su pasión temprana por Dickens, su educación en la clandestinidad al cerrarse la escuela, sus primeros tanteos poéticos…; todo se presenta mediante testimonios orales o escritos, y resulta muy interesante conocer cómo Cracovia, una vez liberada en 1945, se entregó al frenesí cultural y cómo un grupo de escritores idealistas abrazaron los códigos del comunismo, fundaron una revista y ella misma trató en sus poemas «el tema de la Unión Soviética como Estado amante de la paz, así como el de los criminales e instigadores del mundo capitalista».

De hecho, dicen las autoras, «su debut literario llegó con el estalinismo», con el libro «Por eso vivimos», gracias al cual fue admitida entre las filas de la Unión de Escritores Polacos. Szymborska empezó a hacerse cargo de la sección de poesía de la revista justo cuando moría Stalin, a quien le dedicó unos versos, y aunque no se prodigó en esa vena ideológica, firmó «una decena de textos propagandísticos». Pero tal confianza no tardaría en esfumarse, junto a su primer marido; ambos se darían de baja del Partido: lo político desaparecerá para dar paso a lo lírico, y los reconocimientos locales  e internacionales le lloverán hasta abrumarla.

Publicado en La Razón, 7-V-2015