lunes, 18 de mayo de 2015

Entrevista capotiana a Mercedes de Vega

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Mercedes de Vega.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
En la biblioteca de Babel del cuento de Borges que compone "una biblioteca ilimitada y periódica que abarca todos los libros, iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta".
¿Prefiere los animales a la gente?
No.
¿Es usted cruel?
No.
¿Tiene muchos amigos?
No.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
El cariño.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
A veces.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con la lectura y los viajes.
¿Qué le da más miedo?
La muerte.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La crueldad y la miseria.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Vivir. En sí mismo es lo más creativo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí.
¿Sabe cocinar?
Sí.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Alonso Quijano, sin duda.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Nacer y toda su conjugación.
¿Y la más peligrosa?
Rencor.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
La libertad de las personas y de los pueblos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
No lo sé; ¿ser una idea?
¿Cuáles son sus vicios principales?
No tengo vicios, que yo sepa; morderme las uñas cuando era niña; pero defectos bastantes, por ejemplo: la variabilidad de mi ánimo.
¿Y sus virtudes?
La constancia, la paciencia; creer en los sueños y salir tras ellos.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
He vivido el ahogamiento de alguien muy cercano. No puedo ponerme en esa situación, salvo que lo ficcione. Y eso no sería sincero sino inventado.

T. M.