viernes, 11 de septiembre de 2015

Entrevista capotiana a Mercedes Guerrero

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Mercedes Guerrero.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Córdoba. Aquí está mi hogar y  todo lo que necesito.
¿Prefiere los animales a la gente?
A la gente, sin alternativa. En casa tenemos un perro y lo adoramos. Pero por nada del mundo lo pondría a la altura de las personas.
¿Es usted cruel?
Para  nada. Al contrario, me considero una persona sensible y cariñosa. La crueldad la dejo para los personajes de mis novelas.
¿Tiene muchos amigos?
Pocos  y  escogidos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La lealtad, la naturalidad, la sencillez, que me acepten tal como soy, con mis defectos y debilidades.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
A lo largo de mi vida he tenido oportunidad de ir distinguiendo entre amigos  y conocidos. Sé donde está cada uno y lo que espero de ellos.
¿Es usted una persona sincera? 
La respuesta que me sale por inercia es que sí, aunque considero que no podemos ser sinceros en todo momento porque podemos hacer daño gratuitamente con “nuestras verdades”. 
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Tengo poco tiempo libre. La mayoría del tiempo lo paso ocupándome de mi casa, escribiendo o  leyendo. Madrugo mucho, pero incluso así, a veces pienso que debería haber días de 30 horas para poder hacer todo lo que planeo cada mañana.
¿Qué le da más miedo?
El miedo en sí. La amenaza de una enfermedad, la posibilidad de un  cambio brusco  en mi bendita rutina diaria.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
En los últimos años muchas cosas, entre las que destaco la zafiedad o la bajeza moral que se transmite a través de los medios e incluso por los gobernantes. Echo de menos valores como  la responsabilidad,  la honestidad, la humildad. Creo que el mundo ha perdido la inocencia… o quizá la he perdido yo.   
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Habría continuado ejerciendo mi profesión en el sector turístico. 
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Un poco, aunque no de forma constante. Doy largos paseos al amanecer con un doble objetivo: mover  las piernas y pensar en soledad. Me surgen grandes historias mientras camino.
¿Sabe cocinar?
¡Por supuesto! Cocino a diario, y  en casa opinan que no lo hago mal del todo… Bueno, aquí estoy pecando de modestia: me considero una buena cocinera. La cocina es un arte, igual que la escritura, y si pones  empeño y cariño en lo que haces,  también lo disfrutas. De hecho, también se me ocurren buenas  ideas para escribir mientras cocino. 
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Miss Marple, la entrañable anciana que resolvía los casos de asesinatos en las novelas de Agatha Christie. 
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
SONRISA. “Es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada”. Lo dijo William Shakespeare.
¿Y la más peligrosa?
EGOÍSMO. Teresa de Calcuta dijo una vez que el egoísmo era la raíz de todos los males.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
En absoluto. Soy de lo más pacífica. Solo mato en mis novelas.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Yo no comulgo con ningún  partido. La mayoría de los políticos gobiernan a golpe de ideología, cuando eso es algo que, considero,  debe reservarse para las tertulias del café. Lo que la gente demanda –o yo demando– es algo difícil de encontrar ahora: sensatez. Si hay algo que me molesta no es que algunos charlatanes pretendan vendernos humo, sino el hecho de que crean que pueden hacerlo, convencidos de que el resto de los mortales tenemos un coeficiente intelectual inferior al de ellos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Pues no me lo he planteado nunca, no sé si por conformismo o por estar a gusto con la vida que tengo.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Vicios tal como dice la RAE… no sé. No se me ocurre nada que me haga perder la voluntad. Si hablamos de pecados, me pierden los dulces, y si enumeramos defectos, confieso que soy algo despistada. Mis hijos me reprochan a veces que no les escucho cuando me hablan. Estoy frente a ellos físicamente, pero en realidad estoy en otro país, haciendo hablar a mis personajes y viviendo otra vida.
¿Y sus virtudes?
Creo que no soy la más adecuada para enumerarlas, aunque por lo que me dicen mis amigos y familiares,  soy muy paciente. Por mi parte puedo decir que pongo voluntad en todo lo que hago y  procuro no hacer daño a nadie.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No quisiera verme en ese trance, pero seguramente me vendrían las imágenes de la gente que quiero: mis hijos, mi marido, mi madre…

T. M.