Hace
veinticinco octubres entraba solemnemente en la Real Academia de la Lengua el
asturiano Carlos Bousoño (Boal, 1923). Era el clímax profesional de una
andadura consagrada a la poesía: a su escritura, pero también a su crítica,
análisis, estudio. Aquel día, el poeta leyó un discurso de ingreso que versaba
sobre el sentido de la evolución de la poesía contemporánea en Juan Ramón
Jiménez. Le contestó el narrador gallego Gonzalo Torrente Ballester, y Bousoño
también se dedicaría a glosar a su antecesor en la silla M que estaba ocupando,
Salvador de Madariaga. Aquel discurso sintetizó al ahora desaparecido poeta y
sus inquietudes intelectuales, pues sirvió para comentar asuntos de la poesía
simbolista y su mirada crítica en asuntos que le habían valido un gran
prestigio, con trabajos como su tesis, «La poesía de Vicente Aleixandre» (1950)
y «Teoría de la expresión poética» (1952), obra de
gran calado en aquel tiempo y que sienta las bases de la teoría literaria que
luego irá cobrando fuerza en España.
El otro
momento culminante en su trayectoria sería la publicación, por parte de la
editorial Tusquets, de «Primavera de la muerte. Poesías completas (1945-1998)»,
la oportunidad para el gran público de conocer la trayectoria lírica de un
autor que tres años antes había recibido el Premio Príncipe de Asturias de las
Letras (también recibiría el Premio de la Crítica en 1968 y 1974, por sus
libros «Oda en la ceniza» y «Las monedas sobre la losa», el Premio Nacional de
Ensayo en 1978 por «El irracionalismo poético (el símbolo) y el Premio
Nacionald de Poesía en 1990 por «Metáfora del desafuero».
Bousoño estudió
Filosofía y Letras en Oviedo y se trasladó a Madrid a los
diecinueve años para licenciarse, en 1946, en la
Universidad Central (hoy Complutense) con Premio Extraordinario, además de doctorarse
en Filosofía y Letras en 1949 en esa misma universidad. Era el inicio
brillantísimo de una andadura como profesor de literatura española que le
llevaría a Estados Unidos (universidades norteamericanas como Wellesley, Smith,
Vanderbilt, Middlebury, New York University) y a ser doctor honoris causa por la
Universidad de Turín, aparte de «Honorary Fellow de la Hispanic Society of America». Reconocimientos que demostraban la calidad
superlativa de Bousoño como conferenciante y experto en nuestra poesía.
Debutaría en el género con «Subida al Amor (1945), de corte existencialista al asimilar la tragedia
de la guerra, y le seguirían poemarios como «Primavera de la muerte» (1946), libros reeditados con el título de «Hacia
otra luz» (1950). En esa fecha, Bousoño ya era un referente como
lector y escritor poético, con su vena simbolista, y siempre interesada en
recursos literarios como la metaforización, a la
que dedicó sesudos estudios que hoy son clásicos dentro del mundo filológico,
como el caso de la lírica superrealista de Aleixandre, u
otro trabajo de gran hondura, como «Épocas literarias y evolución», donde se
consagra a lo que le distinguió, como en aquel discurso en la Academia: ver,
sentir, explicar las épocas literarias y la forma en que evolucionaron.
Publicado en La Razón,
25-X-2015