En los
ochenta, recordarán los cuarentones, un señor de bigote aparecía en un par de
programas televisivos de pie, dibujando en una gran lámina blanca. Se llamaba
José Ramón Sánchez, tenía un estilo inconfundible, y tan pronto perfilaba un
animal con su rotulador negro como hacía aparecer la silueta de Charlot. Aquel
dibujante era un tremendo aficionado al cine –en 1979 había hecho una película
de dibujos animados y no tardaría en presentar colecciones como «La gran
aventura del cine», con más de cien cuadros de películas y actores, y «50 años
del cine español»–, y su hijo Daniel seguiría esa afición. Formado en la
Universidad de Columbia como estudiante y en la television haciendo guiones
para exitosas series de los noventa, no extraña que Sánchez Arévalo guardara una
pulsión narrativa después de realizar varios cortometrajes –esa suerte de
cuentos audiovisuales– que le habían valido doscientos premios y de ver que su
salto al largometraje demostraba una indiscutible calidad textual.
La profundidad
psicológica de los personajes de su maravilloso drama «AzulOscuroCasiNegro»
(2006), su debut en el largometraje, nos atreveríamos a decir que una de las
más valientes, complejas y hermosas películas de toda nuestra cinematografía,
indicaba que allí había alguien con gran visión literaria. Pero no menos
valiente era «Gordos», para la cual los intérpretes tuvieron que rodar en dos
etapas a causa de la necesidad de variar su peso para que la trama pudiera desarrollarse.
Y qué decir de esa lección de inteligencia, ingenio y sensibilidad
llamada «Primos» –dedicada a su padre, por cierto–, rodada con los que
estaban siendo sus actores fetiche –Quim Gutiérrez, Raúl Arévalo y Antonio de
la Torre–; una historia felicísima, tierna, desternillante, que celebraba la
amistad, la irracionalidad del amor, la ternura, la reconciliación familiar y
la sinceridad. Tras todo ello, las expectativas eran altas, y tal vez su último
film, «La gran familia española», no estuvo a la altura con su exposición de
personajes extravagantes y humor demasiado desinhibido pero que, de todas
formas, demostraba que detrás no había sólo un cineasta, sino, también, tanto un
guionista ambicioso como un potencial novelista, ya tangible.
Publicado en La Razón,
16-X-2015