miércoles, 21 de octubre de 2015

Entrevista capotiana a Clara Obligado

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Clara Obligado.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Me da pánico la idea, no puedo ni pensarlo.
¿Prefiere los animales a la gente?
No sé bien cuál es la línea que nos separa…
¿Es usted cruel?
Con la imaginación, sí. En la realidad soy incapaz de ser cruel porque soy demasiado empática.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo pocos grandes amigos, y muchos amigos en potencia cuya relación me encantaría desarrollar, si tuviera más tiempo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Ninguna. Creo que la amistad es una forma del amor y, por tanto, tiene mucho de gratuita y casual. A mis amigos no les pido nada, me alcanza con saber que están.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Mis amigos de verdad, nunca. Las decepciones se producen en esa sutil frontera que existe entre la amistad y las relaciones más distantes. Creo que las decepciones son un error de evaluación, propio o ajeno.
¿Es usted una persona sincera? 
No, de ninguna manera. La sinceridad está sobrevalorada. Una persona sincera es aquella que piensa que su perspectiva es la válida, que su punto de visa está por encima del de los demás. Valoro muchísimo más el cariño y el deseo de protección.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Perdiendo el tiempo, si no es esto lo que hacemos desde el momento mismo en el que venimos al mundo.
¿Qué le da más miedo?
Tener que madrugar. Me parece una auténtica condena. Por suerte, vivo sin despertador.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza la mentalidad de los poderosos, que no son capaces de pensar en el sufrimiento que provocan. Me escandaliza la falta de imaginación y de perspectiva sobre el dolor ajeno.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Hay muchas vidas que no he tenido tiempo de desplegar: hubiera querido ser palmera, aunque no sé nada de flamenco, quiromántica, arquitecta, jardinera. Me hubiera gustado tener una fábrica de mermeladas y vivir idílicamente en el campo. Según los días.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Mentalmente, mucho. En la realidad estoy apuntada a un gimnasio donde hago pesas y nado e incluso, a veces, hasta voy.
¿Sabe cocinar?
Sí, incluso he publicado un libro de cocina con mi amiga Maríangeles Fernández, que está publicado en Alianza Editorial.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
No creo que me lo encargaran, porque mi personaje inolvidable sería, sin duda, un personaje anónimo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
¿Esperanza?
¿Y la más peligrosa?
No creo que las palabras sean peligrosas, si existe la posibilidad del debate.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Muchas. Pero me abstengo
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy una persona de izquierdas no autoritaria, una demócrata convencida. 
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Una persona ordenada. De esas que madrugan, se van a nadar, y están en la biblioteca, trabajando, a las 8,30 de la mañana.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Soy adicta a cualquier cosa. Por suerte, en este momento mi única adicción es la Coca-cola light.
¿Y sus virtudes?
Soy una persona plácida.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
¿Dónde demonios han puesto el salvavidas?

T. M.