martes, 24 de noviembre de 2015

Definitivamente Neruda


La actualidad ha hecho que, de alguna manera, sean las páginas 559-562, las últimas antes del aparato cronológico, bibliográfico, etc. de esta magnífica biografía sobre Pablo Neruda, y tituladas “El último enigma. ¿Fue asesinado Neruda?”, las de mayor trascendencia. Mario Amorós, que ya había pisado suelo chileno con "Allende. La biografía", se hace eco de lo que justamente estos días va tomando cuerpo: el hecho de que el Gobierno chileno vea «altamente probable» que el poeta no muriera de cáncer. Todo empezó en el año 2013, cuando se abrió su sepultura en Isla Negra, a petición de un juez que llevaba un par de años investigando el asunto después de una denuncia presentada por el Partido Comunista del país. Pues bien, las conclusiones del informe señalaban una inyección en el abdomen como verdadera causa del fallecimiento, administrada en una clínica que, por otra parte, estaba intervenida tras el golpe de Estado de Pinochet, quien habría ordenado el asesinato el 23 de septiembre de 1973.

Amorós llega a ese punto después de adentrarse en un trabajo que le ha costado cuatro años de investigaciones, como apunta él mismo, en archivos de Chile, España y Rusia, entre otros países, con especial énfasis en fuentes inéditas y testimonios nuevos, algunos “para arrojar luz sobre la agonía y muerte de Pablo Neruda”, y mediante la labor desarrollada en la Fundación Pablo Neruda, ubicada en la fascinante La Chascona, antigua casa del poeta repleta de objetos llamativos y hoy museo, en Santiago de Chile. Todo para lograr componer un relato biográfico ejemplar, muy bien titulado con esa expresión del gran estudioso nerudiano Saúl Yurkievich: “Pablo Neruda fue el príncipe de los poetas, tuvo tanta fama y tanta gloria en su tiempo…”.

Tal gloria vendría pronto con «Veinte poemas de amor y una canción desesperada» (1924), en el momento en que, para evitar las reticencias de su padre por que se hiciera literato, Ricardo Neftalí Reyes eligió un seudónimo inspirándose en el narrador checo Jan Neruda. Amorós nos traslada al Parral del nacimiento del poeta, a la inmediata desaparición de la madre al cabo de dos meses y a la severidad del padre ferroviario; a la niñez en Temuco y sus primeras composiciones poéticas cuando aún no había cumplido los diez años. El resto en su biografía es pura, inagotable literatura, y una vida en la que los viajes, la persecución política, la afiliación comunista y el canto a su tierra y a la paz encontraron en la póstuma autobiografía «Confieso que he vivido» un bello testimonio de su omnipresencia social durante décadas, con una poesía que se haría universal penetrando en el inconsciente en «Residencia en la tierra» en los años treinta, producto de su tormentoso cargo diplomático en Oriente, o alabando la naturaleza y su patria en su «Canto general» (1950).

Publicado en La Razón, 19-XI-2015