domingo, 8 de noviembre de 2015

En las trincheras rusas


Se decía Voltaire que qué le importaba la vida colindante si, poniéndose en la piel de un soldado veinteañero, “los últimos sonidos que llegan a mis oídos son los gritos de las mujeres y de los niños expirando bajo las ruinas, todo ello por los pretendidos intereses de un hombre al que no conocemos”. Un modo de ver el absurdo trágico de la guerra coincidente con este Malaparte inédito en español, que refleja lo que vio como excepcional corresponsal del frente ruso, durante los años 1941-1943. “El Volga nace en Europa” (traducción de Juan Manuel Salmerón) plasma situaciones que ya eran familiares para el autor italiano (combatiente en la Gran Guerra; corresponsal en Etiopía), con un resultado periodístico, narrativo y vivencial magnífico.

El porqué del título se hallará en el prólogo, al querer eliminar Malaparte el prejuicio de que el bolchevismo era un fenómeno meramente asiático, sino europeo, usando así la metáfora del río más largo del continente para a la vez erradicar la idea de que la Segunda Mundial era una guerra de Europa contra Asia: “En 1941 la Europa alemana combatía contra pueblos europeos, contra ideologías europeas, tanto si combatía contra Inglaterra y América como si combatía contra la Rusia soviética”. Un testimonio impresionante de paisajes desolados, bombardeos y, sobre todo, campamentos de soldados: campesinos, obreros de las fábricas –su visión es que es la primera vez en la historia bélica en que el espíritu militar se alía con “la moral obrera”– que encuentran su fin del modo que hubiera impresionado a Voltaire. Todo lo cual se hace literatura en la novela corta que acompaña a estas crónicas, “El sol está ciego”, que Malaparte dedica a las “muertes inútiles” en una Europa en la que, dice, no merecía ni siquiera la pena morir para demostrar que era inútil morir.


Publicado en La Razón, 5-XI-2015