lunes, 9 de noviembre de 2015

Entrevista capotiana a Alfredo Pérez Alencart

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la «entrevista capotiana» con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de A. Pérez Alencart.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi piso a orillas del Tormes, a unos pasos de donde ‘nació’ el Lazarillo.
¿Prefiere los animales a la gente?
Con Terencio, diría que me interesa todo lo que atañe al hombre. Pero admiro la fauna diversa y lo variado que el mundo acoge, mientras tanto… Ahora bien, tampoco olvido que soy un mamífero.
¿Es usted cruel?
Admito que otrora fui algo brusco, no en mis actos pero sí en las respuestas verbales a malentendidos y sandeces. Pero la crueldad nunca ha formado parte de mi yo.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo algunos grandes amigos y centenares de conocidos que bien me aprecian. Soy un privilegiado, lo reconozco.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No me entretengo en cualidades. Sí espero que sientan la amistad como una resina que puede ser más resistente que el parentesco.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Nadie está exento de derrotas, también en lo amical. Habré tenido un par de laceraciones por este motivo. Y es que no me decepciona una amistad, pero sí me lacera una ingratitud.
¿Es usted una persona sincera? 
Siempre he sido demasiado claro. No oculto lo que soy ni me enmascaro para subir escalafón alguno. No necesito aprobaciones de ningún congénere. Esto lo digo con humildad, pues el lastre de soberbia hace tiempo que lo tiré.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo, especialmente poesía, desde Isaías y el Cantar atribuido a Salomón hasta la rotunda obra de Gastón Baquero, Olga Orozco o Alejandro Romualdo.
¿Qué le da más miedo?
Que algo les falte a los míos, si es que primero les falto yo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La corrupción moral y económica, sean de políticos, de supuestos seguidores de Cristo (pederastas o instalados en el lujo), o de cualquier ciudadano que practica o consiente corruptelas e injusticias.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Hubo un tiempo, en mi juventud, en que hasta pensé en ser ganadero. Supongo que hubiera sido un desastre.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Lo mío está en las antípodas. He sacralizado la siesta, lo digo con cierto sonrojo.
¿Sabe cocinar?
Sé cocinar, y parece que no lo hago tan mal, según criterio de mi hijo, poco  dado a alabanzas. No necesito recetas, todo es alquimia, intuición en la mezcla…
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A mi padre. Pronto se cumple un año de su muerte y no lo olvido ni un solo minuto. Su ejemplo de vida, de conducta honesta, me ha marcado para siempre. A veces no hay que ir tan lejos para encontrar a un personaje inolvidable.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Fe. Fe en el Amor. Sin Amor no es posible la esperanza.
¿Y la más peligrosa?
Hereje o cualquiera de sus sinónimos actuales. Te tildan de tal y pronto te colocan en la hoguera o en el punto de mira. Basta con estar contra o discrepar con el poder imperante, sea el que sea, para que te persigan con saña y hasta acaben con tu vida, sin metáforas en los países islámicos.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Ni en los sueños más terribles. Ahora, para ser sinceros, debo confesar que casi no recuerdo mis sueños.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Simpatizo con quienes defiendan políticas sociales por encima de intereses económicos. Simpatizo con quienes priorizan lo público a lo privado. Simpatizo con quienes comparten entre todos, como los primeros cristianos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
No deseo ser otra cosa. Pero si estoy obligado a serlo, diría que un meteorito que transite de una galaxia a otra, por todo el universo. Como ello pareciera imposible, al menos me gustaría ser el sencillo ayudante de alguien como Galileo Galilei. Bien sabemos que los astrónomos también son poetas cuando dan nombre a sus descubrimientos.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El trabajo y mi adicción al café. Creo en el milagro del trabajo, en la siembra permanente. Gracias al Amado galileo, mi esposa también es mi compañera.
¿Y sus virtudes?
Carezco de envidia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Estaría tranquilo. Creo en la resurrección por la Palabra.

T. M.