En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Jorge Omar Viera.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Exactamente
donde vivo: en Londres, que es como vivir en todos los mundos a la vez. Sólo me
falta ganar la lotería para poder pagar el alquiler.
¿Prefiere los animales a la gente?
Los gatos
me parecen buena gente.
¿Es usted cruel?
Ya no. La
crueldad es como un coche caro: cuesta mucho su manutención y ni hablar de la
póliza del seguro.
¿Tiene muchos amigos?
En Facebook, más de
600. En la vida real, un puñado de brillantes. Pero hay un amigo para cada
cosa. Cada amigo es como un color. Y a veces nos falta un color.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No busco
cualidades en mis amigos. Trato de descubrir las que tienen. Ya he dicho que
son como brillantes.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Para que
te decepcionen, es necesario tener ciertas expectativas. Tener expectativas
sobre la gente es un deporte que ya no practico. De todas formas, los diamantes
nunca decepcionan.
¿Es usted una persona sincera?
Lo
suficiente como para crearme problemas.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Preferiría no ocuparlo. Preferiría que fuera de veras
libre. Escribo, leo, veo series, escucho música, ando por ahí. Bajo la idea de
tiempo libre y de su opuesto (la vida productiva, la vida que no es ocio) hasta
las aficiones queridas o las vocaciones más fuertes, como escribir, se vuelven
un trabajo. Cuando me harto de esa sensación de trabajo, dibujo. Me gusta
dibujar. El dibujo es lo más parecido a la libertad.
¿Qué le da más miedo?
No lo voy
a decir aquí, por miedo a que me pase. El miedo es del orden de lo innombrable.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
La racanería, la
mezquindad, la avaricia. No las puedo soportar. Y nunca aprendo: me sorprenden
cada vez como un puñete en la cara.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Neurocientífico,
diplomático, carpintero, aunque creo que esas son también vidas muy creativas,
si no más que la de escritor.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
En
tiempos, iba a un gimnasio. Me gusta andar y nadar. También me gusta aliterar.
¿Sabe cocinar?
Sí, bastante: la cocina
es prima de la escritura y se potencian entre sí. Nada como repensar la
sintaxis de una frase o de un párrafo mientras uno pica verduras en la tablita.
Y las copitas de vino en el medio, que son como hermosos paréntesis.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
¿Todavía sigue
saliendo el Reader’s Digest? Para mí tiene un aura
“vintage”, como los discos de acetato de 45rpm, el Wincofón, la máquina de
tejer Knittax, los reproductores de magazines, las máquinas de fax, los
gordísimos diarios de papel que chorreaban tinta (¿se acuerda alguien de todas
esas cosas?). Suena muy 1972. Las revistas de “Selecciones” solían apilarse en
el baño, junto a tantos otros placeres
culposos. Pero si tuviera que elegir algún personaje inolvidable
elegiría a Susan Sontag, James Baldwin, Mohammed Ali, Karen Blixen, la reina
Elizabeth I de Inglaterra, Samuel Pepys, Walter Benjamin, Paul Celan, Basquiat, Cuauhtémoc, La Malinche,
Boudicca, Kahina (la reina de la resistencia bereber), Freddy Mercury, Amy
Winehouse, Pasolini, qué se yo… tantos y tantas… entre los famosos. Pero mejor sería descubrir
a algún personaje ignoto, alguien que destacase por su generosidad o su
capacidad de empatía, en suma, por su humanidad, alguien que mereciera ser
descubierto. Puestos a elegir, escribiría sobre mi amiga Alicia Lischinsky que
es, junto a mi madre, la persona más inolvidable que he conocido. Eso sí,
preferiría escribir el artículo en The
New Yorker, o en la columna de Modern
Love, del New York Times.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Inch’allah! (ojalá).
¿Y la más peligrosa?
Democracia,
o tal vez libertad: infinitas atrocidades se cometen en su(s) nombre(s).
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Una vez
por día, más o menos (ayuda a la digestión).
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Estoy por una
redistribución equitativa de la riqueza mundial de tal modo que todas las
personas tengan satisfechas sus necesidades básicas, incluyendo la de tener un
Porsche.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Joven.
¿Cuáles son sus vicios principales?
¿Se puede continuar
en otra página?
¿Y sus virtudes?
Mi presión arterial
está muy bien.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Soy muy práctico:
intentaría flotar con el menor esfuerzo posible hasta la llegada del
helicóptero de rescate. No dudaría en pensar que un helicóptero de rescate
viene de camino. En el fondo soy un optimista.
T. M.