Dietario de percepciones íntimas, serie de apuntes
reflexivos en torno a detalles filosóficos, recuento de aforismos o poemas en
prosa…, algo de todo es es “La mujer de pie”, otra obra de difícil
clasificación de Chantal Maillard. Esta, el año pasado ya había ofrecido un
extensísimo libro misceláneo que reunía sus escritos sobre la India a lo largo
de veinticinco años, a partir de sus diferentes estancias en Benarés, y este
mismo año el libro de poemas de sugerente título “La herida en la lengua”. Así,
la poesía, el ensayo, el diario se retroalimentan en la autora de origen belga
tan premiada –ya en su libro “Bélgica” seguía en esa senda rompiendo las fronteras
entre lo autobiográfico y lo meditativo–, hasta llegar en casos como el
presente, toda una apuesta léxica e introspectiva que aleja convencionalismos
lectores.
“¡Si pudieseis oírme! / Trabajo en lo oscuro”, dice en
el primero de los tres bloques de los que consta la obra. Se diría que Maillard
moldea un barro de oscuridad, a tenor de su exploración lingüística frente a
todo lo sensitivo que le inspira una escritura fragmentaria, ya sean los
últimos momentos de vida de su madre o su abuela, el sonido de la lluvia o el
viento, o, con frecuencia, esa conciencia del ser, del estar, de cuerpo y mente
que exhalan sus prosas poéticas: “Calculo todos mis gestos. Mido. Anticipo.
Gestiono el dolor. / Veo caer la tarde entre los edificios. Tarde espesa.
Distancia que se palpa”, se lee en “Desmemoria”, texto en el que el sujeto se
convoca, ubicándose en su “aquí”, aunque no sea “aquí donde acontece lo que
importa”.
Maillard tiene la habilidad de mostrarse profundamente
enigmática mediante un estilo atractivo, si bien su perfil de lector deberá a
la fuerza ser muy concreto: aquel poético-filosófico que quiera asistir a la
fuerza del lenguaje –por algo dice: “Dar con la palabra adecuada en el discurso
siempre me ha parecido una proeza”– y al legado de los pensadores antiguos.
Publicado en La Razón,
17-XII-2015