sábado, 30 de mayo de 2015

Nuevo libro, “Antología poética del suicidio (siglo XX)” y presentación junto con “Alma en las palabras” en La Carbonería, Sevilla, el 1 de junio


En la contracubierta de Alma en las palabras. Poesía reunida 1990-2010 (Renacimiento), se puede leer sobre mi trayectoria literaria: “… ya ofreció un muy particular conjunto de poemas, dentro del libro misceláneo El gran impaciente. Suicidio literario y filosófico (2005), hoy reconvertido en la apócrifa Antología poética del suicidio (siglo XX) (2015). Ésta complementaría el presente volumen…”  Pues bien, he aquí ya ese complemento tan particular, en su género y en su forma. Lo edita Ultramarina Cartonera, en una mixtura de literatura y arte asombrosa. En YouTube el interesado podrá ver cómo trabaja este equipo haciendo de cada ejemplar de cada libro, reciclando cartón, un objeto único e irrepetible, pues un artista determinado se encarga de ilustrar cada cubierta. En mi caso, tengo el honor de tener como ilustradora a Sandra Carvajal:


He aquí la nota preliminar del libro para quien tenga curiosidad sobre la selección de poetas suicidas contemporáneos que he llevado a cabo:

La siguiente antología de poetas, hasta ahora poco editados o completamente inéditos, propone dilucidar cuál fue el fin concreto de diversos personajes que cometieron un ¿crimen? contra ellos mismos, así como qué motivos hubo para tal decisión. Se trata de escritores casi ocultos: secretos para la mayoría de lectores; simples conocidos para unos cuantos expertos en diferentes literaturas; una anécdota para los estadistas más propensos a encasillar los tipos de suicidio, así como para los científicos, volcados en desentrañar lo orgánico de una voluntad que procede del alma y sus zonas intangibles y complejas asociadas al instinto, la desesperación o la razón. 

El japonés Akira Vareto nos sumerge en un mundo tradicionalmente ligado a la firme voluntad de morir desde el harakiri medieval, pasando por los kamikazes de la Segunda Guerra Mundial hasta los oficinistas que se lanzan al metro creyéndose inútiles para su trabajo. El griego Betadakis Gallis nos enseña el impulso más masoquista del tedio de existir. El chileno Carlos Serena Ibáñez exhibe la incapacidad para esquivar las dudas artísticas. La jovencísima alemana Irmtraud Schrempf ejemplifica el sereno enfrentamiento a una salida precoz que ha sido sometida a la reflexión. La cubana Liuba Siam Novoa nos trae a la memoria la idea de Émile Durkheim, en Le suicide. Étude de sociologie, de que «la temperatura tiene una influencia directa sobre la tendencia al suicidio; de que el calor, por la acción mecánica que ejerce sobre las funciones cerebrales, arrastra al hombre a matarse». El estadounidense Michael Stewart nos confirma que en el alcohol acaban mezclándose peligrosamente la tristeza, la soledad y el talento poético. El australiano Stephen Baily constituye el reflejo de la locura total y de las muertes increíbles. El etíope Yassu simboliza el ancestral sacrificio comprometido con la tribu. Los irlandeses Liam Gogharty y Laureen O'meara, con su recíproco amor y sus vidas ancianas, nos transmiten la esperanza de cómo una muerte elegida puede ser una liberación suave. Y, por último, surge el misterio y la incertidumbre de un innombrable suicida español cuyo anonimato, en realidad, esconde el nombre de cualquiera de nosotros.


Tanto la Antología poética del suicidio (siglo XX), de la que hay página en Facebook, como Alma en las palabras. Poesía reunida 1990-2010 se presentarán en Sevilla, en La Carbonería, calle Levíes, a las 20 horas el próximo lunes 1 de junio. Tendré el gran placer de estar acompañado de Antonio Rivero Taravillo.

viernes, 29 de mayo de 2015

Entrevista capotiana a Luis Bagué Quílez

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Luis Bagué Quílez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una isla desierta con palmera, de esas que aparecen en los chistes de náufragos. Eso sí, nunca perdería la esperanza de ser rescatado.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de los animales y de la gente. Los gatos me parecen interesantes, aunque no tengo gato. Los perros me resultan más antipáticos, aunque tampoco tengo perro. Supongo que eso significa que aún me preocupa el futuro de la humanidad.
¿Es usted cruel?
¿Alguien ha respondido que sí?
¿Tiene muchos amigos?
Según se mire. En Facebook voy por 1200. En la vida real, calculo que media docena.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Ninguna en particular. La amistad es un regalo infrecuente, así que no es cosa de ir poniendo condiciones.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Y eso que espero algo de ellos.
¿Es usted una persona sincera? 
Mentiría si dijera que no y resultaría presuntuoso si dijera que .
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Prefiero no tener tiempo libre. Cuando lo tengo me asalta la incómoda sensación de estar perdiendo el tiempo.
¿Qué le da más miedo?
La muerte. El olvido. Cierta clase de insectos. Casi todos los reptiles.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Mi capacidad para escandalizarme se encuentra por debajo del umbral del dolor. Uno ya ha visto muchas cosas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Vagabundear. Lo que, dicho sea de paso, no es incompatible con llevar una vida creativa.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
La caligrafía.
¿Sabe cocinar?
Soy un cocinero teórico. Con ideas, pero sin voluntad para ejecutarlas.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Para mí el Reader’s Digest era eso que citaba Cortázar en los capítulos prescindibles de Rayuela. Desconozco la línea editorial, el número de caracteres y las normas de estilo. En resumen, preferiría no hacerlo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Hope me parece una palabra más esperanzadora que esperanza. Al fin y al cabo, no se le puede exigir demasiado a una virtud teologal que comparte cartel con la fe y con la caridad. 
¿Y la más peligrosa?
Mañana.  
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Por supuesto. Aunque evitaría hacerlo con pistolas, con rifles, con decretos.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Apoyo a quienes anteponen lo público a lo privado, las personas a los bancos y los parques eólicos a las centrales nucleares. Lo demás es negociable.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
De pequeño quería ser chino.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La impaciencia.
¿Y sus virtudes?
Todas las que no he mencionado entre mis defectos.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
¿Sirve Waterworld como esquema clásico?

T. M.

jueves, 28 de mayo de 2015

Mi “Alma en las palabras. Poesía reunida 1990-2010” (Renacimiento) reseñada hoy en “La Razón”


Tengo hoy la enorme fortuna de que un admirado crítico literario y profesor universitario se haya encargado de reseñar mi poesía reunida, acabada de publicar por la editorial Renacimiento, en las páginas del suplemento de libros de La Razón. Su lectura y dedicación, tituladas “Versos que pasean por la calle”, son todo un tesoro para mí que no podré agradecer bastante. Alma en las palabras se presentará el próximo lunes en La Carbonería, Sevilla, a las 20 horas, junto con otro libro, también poético, verdaderamente muy particular del que daré noticia este fin de semana.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Entrevista capotiana a Daniel Ruiz García

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Daniel Ruiz García.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Buff… La pregunta, por sí sola, angustia. Un lugar con mar, eso seguro.
¿Prefiere los animales a la gente?
Para nada. Me encanta la gente. Incluso la gente animal: constituyen fantásticas piezas de ficciones potenciales.
¿Es usted cruel?
Con mis personajes, a veces, un poco. 
¿Tiene muchos amigos?
Tengo buenos amigos. Después tengo amigos que son más bien familia.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Compañía, risas, saber que están, saber que siguen vivos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Cuanto más amigo eres de alguien, más difícil resulta que te decepcione. El conocimiento del otro lleva implícita la comprensión.
¿Es usted una persona sincera? 
Procuro serlo, sí, pero sin llegar a resultar molesto. La sinceridad está sobrevalorada.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Consumiendo: cerveza, horas con mis hijos y mi mujer, charlas con mis amigos, libros, cine….
¿Qué le da más miedo?
Imaginar que no estaré para poder cuidar de los míos.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que nuestras tragaderas hacen que no haya ya nada que nos resulte escandaloso.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me hubiera encantado ser líder de un grupo de rock, pero me faltó oído, voz, porte y talento.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
La bici, y andar.
¿Sabe cocinar?
Las cuatro cosas básicas. Pero cuando me pongo, me pongo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Chiquito de la Calzada. Pero con un artículo del Digest no sería suficiente.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Elegiría una onomatopeya: la de la risa.
¿Y la más peligrosa?
“No”.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Muchas veces, especialmente los lunes por la mañana. Después va transcurriendo la semana y se me pasa.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me considero marxista, más de Groucho que del resto.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un personaje de una película de Wes Anderson.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La ansiedad.
¿Y sus virtudes?
Mejor que lo digan otros.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Bastante ordinarias, me temo: el túnel de luz al fondo, y unas vocecitas que me llaman.

T. M.

martes, 26 de mayo de 2015

Bibliografía esencial de Emilio Lledó, premio Príncipe de Asturias de Humanidades 2015



«El concepto “poiesis” en la filosofía griega» (1961) Este primer libro fue su tesis doctoral, para la cual le consiguió una beca su maestro Gadamer, en Alemania. La editorial Dykinson lo recuperó en 2010.

«Filosofía y lenguaje» (1970) Desde materias como la lógica, la analítica y la semántica, el autor estudia la relación entre la lengua y el pensamiento, individual y colectivo. Puede leerse en Crítica, 2008.

«El epicureísmo» (1984) Epicuro es el filósofo griego ─y su visión de la felicidad»─ al que Lledó ha dedicado más páginas, aparte de a Platón y Aristóteles. Hay edición en Taurus, 2003.

«El silencio de la escritura» (1991) Volumen galardonado con el Premio Nacional de Ensayo en 1992 (hoy, disponible en Espasa Calpe, 2011), que constituye una reflexión sobre la memoria y el escribir.

«Imágenes y palabras: ensayos de humanidades» (1998) Lledó se propone aquí extender el concepto de humanismo a la ciencia y sirve de autobiografía intelectual al tocar sus asuntos más habituales. En Taurus.

«Elogio de la infelicidad» (2005) Texto tan llamativo que ha visto diversas ediciones, la última en 2013 (Ed. Cuatro), en el que examina el dolor para conocer qué significa saborear la felicidad.

«Los libros y la libertad» (2013) Recopilación de ensayos en torno a la necesidad de la lectura para la realización personal y social, uno de los temas más queridos por el filósofo. En RBA.

Publicado en La Razón, 21-V-2015

lunes, 25 de mayo de 2015

Entrevista capotiana a Gonzalo Soltero

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Gonzalo Soltero.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Manzanillo, Colima.
¿Prefiere los animales a la gente?
No.
¿Es usted cruel?
Solo en la literatura, y eso a veces.
¿Tiene muchos amigos?
Bastantes.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Empatía, lealtad. Que estén ahí cuando se les necesita.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Casi nunca.
¿Es usted una persona sincera? 
Siempre que puedo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo. O viendo películas.
¿Qué le da más miedo?
Los posibles desenlaces del capitalismo salvaje y su proximidad.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La distribución de la riqueza en el mundo. Y la indiferencia ante el dolor de los demás.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Ser abogado, tal vez.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Camino todo lo que puedo. A veces salto la cuerda.
¿Sabe cocinar?
Sí. Entiendo la cocina se manera semejante al jazz. La mejor cocina tiene que ver no con la interpretación fiel de una receta, sino con improvisaciones sobre ella a partir de los ingredientes a la mano.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Nellie Campobello.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Remediar.
¿Y la más peligrosa?
Apatía.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Pero sí he fantaseado con agredirle de manera violenta.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
La izquierda desencantada y escéptica.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Brisa.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Perder el tiempo en la prisa.
¿Y sus virtudes?
La discreción. A veces el humor.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Mi hermano y yo cuando somos muy pequeños. Mi abuela materna. El olor del traje de karate durante el entrenamiento. Páginas de libros leídas en el camión de la escuela a la casa. Mis padres sentados a la mesa. El calor de las lágrimas que salen contra la voluntad. Yo hablando en clase, como alumno. La sensación al tacto de ciertos fluidos corporales. La mirada de Claudia. Mi hija, Ana Lucía.

T. M.

sábado, 23 de mayo de 2015

La última conjura de John Kennedy Toole

El epígrafe que le sirvió a John Kennedy Toole para presentar su novela «La conjura de los necios» bien pudiera esconder lo que el autor pensaba de sí mismo en relación con su entorno intelectual. La frase en cuestión la extrajo de Jonathan Swift: «Cuando en el mundo aparece un verdadero genio puede identificárselo por este signo: todos los necios se conjuran contra él». Toole se suicidó en 1969 sin conseguir ver publicada su obra, que aparecería en 1980 después de que su propia madre convenciera a un profesor universitario de que aquel manuscrito que le confiaba era una obra maestra. La leyenda de un Toole apesadumbrado por las negativas editoriales es atractiva, pero seguramente no todo fue tan simple: el autor padecía paranoia, aunque aquel 26 de marzo que eligió para morir, junto al río Mississippi, tuvo la serenidad suficiente para detener su vehículo en un lugar tranquilo en los alrededores de Biloxi, conectar un trozo de manguera al tubo de escape, meter el otro extremo por la ventanilla y esperar a que la asfixia acabara con él.

El joven investigador Cory MacLauchlin trata de aclarar todos los enigmas del escritor de Nueva Orleans ahondando en, como reza el subtítulo, «La vida trágica de J. K. Toole y la extraordinaria historia de “La conjura de los necios”». René Nevils y Deborah Hardy, en la primera y demasiado sensacionalista biografía del autor, no traducida, «Ignatius Rising: The Life of John Kennedy Toole» (2001), ya explicaron cómo empezaría a padecer síntomas depresivos, accesos paranoicos y una tendencia a la bebida que le haría caer en picado; ahora, el lector en lengua española ya tiene por fin una manera excelente de acercarse al creador de la historia del que se ha convertido en uno de los antihéroes más logrados de toda la historia, el voluminoso, engreído y ocioso Ignatius Reilly, que aparece sin quitarse jamás su gorra orejera, eructando de forma monstruosa continuamente e insultando a todos al sentirse atacado e incomprendido. MacLauchlin nos lleva a la apasionante Nueva Orleans de los años treinta, que se abría a lo turístico, lo universitario y lo cultural, y aporta testimonios sobre el pequeño John Kennedy, ya desde bebé, para al instante darnos a entender que estamos ante una «genialidad sin límite», como diría su madre, quien lo introduciría en ambientes teatrales y presumiría de la inteligencia de su hijo hasta la saciedad.

Estudiante prodigio, ingenioso y divertido, con dotes como actor e imitador y gran bailarín, Toole, que destaca también en matemáticas y hereda de su padre el amor por los coches, lo que le lleva en primera instancia a decantarse por estudiar ingeniería, se hace escritor, concibe «La conjura de los necios» por así decirlo, ya de niño y adolescente, cuando muy pronto, en una época en la que «un especialista en el campo de los estudios literarios ya lo había reconocido como erudito en ciernes». Y es que el joven Toole pronto demuestra interés por «la filosofía medieval y un creciente resentimiento por la América moderna», explica MacLauchlin: los dos elementos capitales de su obra maestra, con un Ignatius (el biógrafo habla de la persona real que inspiró el rocambolesco personaje) que, en medio de su dedicación, como dice la novela, a «una obra crítica de gran importancia» que redacta de vez en cuando y en la que se pone a la altura de Boecio, afirma cómo «habría que imponer un régimen de fuerza en este país para impedir que se destruya a sí mismo. Los Estados Unidos necesitan teología y geometría, necesitan buen gusto y decencia». El gusto por el sarcasmo en Toole, vemos, se cimentará de jovencito, cuando haga unas tiras cómicas para un periódico de Nueva Orleans que dan «fe de su vena satírica, versátil y cáustica», según MacLauchlin, y como estudiante universitario en Tulane y luego en Nueva York (tiene una beca para Columbia), cuando desarrolló una interpretación medieval de la vida, la regida por el «destino y la fortuna» en los antípodas de la visión norteamericana del pragmatismo puro.

Ese andamiaje filosófico y esa postura crítica del presente con premisas de otras épocas confluirán en el genio de Toole de forma imponente, coincidiendo con el periodo de servicio militar, en Puerto Rico, en calidad de profesor de inglés para nativos de la isla; en un momento dado del primer trimestre de 1963, «se dio cuenta de que se encontraba en un lugar ideal para escribir. Tenía una habitación propia, mucho tiempo libre y un sueldo a fin de mes». Su viejo sueño de convertirse en escritor estaba al alcance de la mano; consiguió que le prestaran una máquina de escribir (el título de la biografía está sacado de un poema inédito de Toole que habla de una mariposa aplastada con una tecla) y emprendió la escritura de «La conjura de los necios», de modo que todo alrededor se desvaneció y «desde los recovecos de la memoria se abrió el inmenso catálogo de personajes que Toole había ido reuniendo durante dos décadas». Todos para urdir una historia que pusiera el acento en «el absurdo de la condición humana», asevera MacLauchlin.

Diez años atrás, Toole había escrito la increíblemente buena, para haberla hecho con quince o dieciséis años, «La biblia de neón», otra obra magistral que debería destacarse mucho más. Pero cómo pedir tal cosa si «La conjura de los necios» aún está ausente de muchos manuales de narrativa norteamericana y sólo vería la luz once años después de la muerte de su autor. MacLauchlin sigue el proceso mental que llevaría a Toole a obsesionarse con su libro, consciente de su grandeza, y a cómo se iría encerrando «aún más adentro del laberinto», tomando como única salida matarse, sin poder prever que su obra lo acabaría resucitando.


Publicado en La Razón, 14-V-2015

viernes, 22 de mayo de 2015

Entrevista capotiana a Enrique Baltanás

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Enrique Baltanás.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una celda en algún monasterio de la orden de san Bruno.
¿Prefiere los animales a la gente?
Ah, pero, ¿hay que elegir? Sería una lástima.
¿Es usted cruel?
Sí, pero ya hace mucho que no ejerzo.
¿Tiene muchos amigos?
Muchísimos, o sea, ninguno.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Simplemente eso, la amistad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
La verdad es que no, porque uno ya conoce las flaquezas de la condición  humana.
¿Es usted una persona sincera? 
Reconozco que cuando no puedo evitarlo, sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
En no hacer nada. Pero no lo he conseguido nunca hasta ahora.
¿Qué le da más miedo?
Lo desconocido, por supuesto. Como a todo el mundo. Lo que haya tras esa espesa cortina...
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Vuelvo a insistir: uno ya conoce las flaquezas de la condición  humana.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Cualquier vida, cualquier ocupación, puede ser creativa. No es preciso escribir.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Suelo desperezarme cuando me levanto. Y, no crea, si se hace bien, es bastante efectivo.
¿Sabe cocinar?
Sí. Aunque no sé si a hacer un filete a la plancha o una tortilla se le puede llamar propiamente cocinar.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A don Antonio Machado.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Esa misma: esperanza.
¿Y la más peligrosa?
Revolución.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Naturalmente. Pero sólo en sueños.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Eso mismo me pregunto yo casi todos los días.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Nada. Hay que aceptar que se es lo que se es.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No puedo decirlos en público.
¿Y sus virtudes?
Esas, que las digan los demás. Yo no me atrevo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
En ese trance horrible, espero que lo que me salga sea una oración. De arrepentimiento, por supuesto.

T. M.

jueves, 21 de mayo de 2015

El «best seller» del maligno


Se dirigía al mundo occidental a través de imágenes que los EEUU analizaban en pos de localizar el tipo de piedra que servía de fondo, y entonces localizarlo, y acabar con él. En una cueva, en un palacio, quién sabe dónde se ocultaba Osama Bin Laden tras el 11-S. Pero cómo descubrirlo si su muerte, pese a los testimonios, es aún hoy misterio y controversia: los dos elementos que alimentan el halo legendario de todo maligno superior, que el tiempo convierte en icono, ya hablemos de piratas sangrientos, gánsteres o mafiosos “de cine”, o terroristas. En este caso, hasta el lenguaje le infunde una indeterminación que expande su mito: Fernando Lázaro Carreter, en un artículo titulado “Onda expansiva”, analizó cómo se escribía el nombre del “barbudo fugitivo”, convertido en pósteres para hacer diana en las habitaciones de los jóvenes gringos, es decir, en un ente ficticio: “Osama, Usama, Laden, Ladin… No es menos caótico el tamaño que tiene la inicial de la partícula: ¿Bin, ben, bin, Ben? ¿No suena a tiroteo o a reloj de torre?”.

Consciente del enigma que encerró su vida, Lavie Tidhar lo convirtió en un supervillano en su novela “Osama” (2013); consciente de que la verdad y la mentira a veces surgen juntas de una voz oficial, un ex soldado de la Marina americana publicó en 2012 "Un día difícil", donde cuestionaba cómo se produjo la muerte del yihadista saudí, provocando el enfado mayúsculo de la Casa Blanca. ¿Qué creer, cómo temer a Jack el Destripador cuando el personaje ya es un icono público que funde realidad y ficción? En “Dinero” (2008), del dibujante y crítico social Miguel Brieva, el filósofo Santiago Alba Rico abordaba el “gag” como gran fuente de comicidad basada en lo desordenado e imprevisto. Visto así, el más “paradigmático” había sido el de las Torres Gemelas, que “cayeron de un modo al mismo tiempo tan increíble y tan familiar que sus 2.500 muertos apenas mancillaron el espectáculo”. Una idea tan provocadora que sólo habría que tomarla en serio; inquietante motivo para la reflexión en un tiempo donde los libros sobre Hitler, y ahora Bin Laden, se suceden sin parar, ampliando los horizontes de un ayer rebautizado al instante como Historia.

Publicado en La Razón, 12-V-2015, acompañando 
la noticia “Bin Laden sigue en el punto de mira”, 
a raíz de un libro del periodista Seymour Hersh

miércoles, 20 de mayo de 2015

Entrevista capotiana a Manu Espada


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Manu Espada.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi lugar preferido de todos los que he visitado hasta ahora es la isla de Formentera, pero quizá es por la idealización de sus playas en verano, por lo que lo saldría nunca de la isla si siempre fuera verano, algo bastante improbable, pese al cambio climático.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a la gente, sin duda. He tenido animales de todo tipo en casa, desde perros, hasta hámsters, tortugas, grillos o caracoles, pero no creo que sea comparable, pese a la maldad humana. De hecho, nosotros tenemos una parte animal muy importante, y eso no nos hace mejores.
¿Es usted cruel?
No soporto la crueldad. En los tiempos que vivimos en los que un tipo de terrorismo utiliza imágenes crueles como fines propagandísticos parece que la crueldad se ha institucionalizado incluso en los medios de comunicación, y nunca he sido capaz de ver ese tipo de imágenes. Otra cosa es la violencia en la ficción, ese tipo de violencia sí me interesa como medio creativo por un lado, y de denuncia, por el otro. El hecho de usar la violencia para criticarla desde sí misma.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo los justos, pero son buenos amigos, nunca me han fallado. En los momentos duros siempre he han apoyado y me he sentido una persona muy querida, algo que me hace sentir con una gran responsabilidad, porque necesito estar a la altura de ese cariño que me dan. 
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
En realidad no busco unas características determinadas, lo que busco se podría resumir en que sean buenas personas, teniendo en cuenta que todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras y que nadie es perfecto. 
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sólo me ha decepcionado uno a lo largo de mi vida precisamente porque se convirtió en una mala persona y en alguien cruel con los demás, a partir de ese momento lo aparté de mi vida.
¿Es usted una persona sincera? 
Intento ser sincero sin ser hiriente. La sinceridad sin ningún tipo de filtro puede resultar también cruel e innecesaria. Si todos dijésemos lo que pensamos a todas horas quizá la convivencia sería imposible. 
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me gusta hacer deporte, pasear, ir al cine, escribir, leer y estar en la calle cuando hace buen tiempo, soy muy callejero.
¿Qué le da más miedo?
La falta de empatía de algunas personas, lo que más miedo me da es que mi hijo pudiera sufrir por culpa de terceras personas. 
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que los políticos que pregonan la austeridad hayan estado robando y defraudando durante tanto tiempo. Díaz Ferrán decía que la gente ganaba mucho y trabajaba poco, Rato decía que iba a luchar contra el fraude fiscal, y finalmente resultaron ser no sólo unos impostores, sino unos hipócritas egoístas con ese espíritu insolidario que tienen muchas de las grandes fortunas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me habría gustado mucho hacer películas, me fascina el cine, porque con el dibujo y la música lo intenté y no tengo mucha mano ni mucho oído precisamente.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Durante muchos años hice atletismo, medio fondo, cross y 1.500 metros en pista, era una de mis pasiones. Ahora, cuando puedo, voy a correr o al gimnasio.
¿Sabe cocinar?
Nunca lo he intentado hasta hace cinco años, cuando comencé a hacer algunas cosas, y hace un año de manera más intensa, pero me queda mucho por aprender.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Nunca he admirado a nadie en especial ni he sido de tener ídolos, la verdad, muchos veces he pensado sobre ese asunto y al final todos somos personas, con grandes proezas y miserias a nuestras espaldas. Quizá escribiría un artículo sobre Tesla, el gran olvidado de los inventores frente a otros como Edison.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
La palabra que más me llena de esperanza es “palabra”, por todo lo que supone la palabra, comunicación, entendimiento, Humanidad. El ser humano es el único que está dotado con la palabra.
¿Y la más peligrosa?
Egoísmo. La Historia de la Humanidad es básicamente egoísta. Pueblos conquistando a pueblos, esclavitud, clases dominantes explotando a clases obreras, países de primera y de segunda y gente de primera y de segunda en países de primera. La planta de abajo y la de arriba del Titanic y los barcas salvavidas medio vacías con gente adineraba es un claro ejemplo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Nunca se me ha pasado por la cabeza, tan sólo en la ficción o en los videojuegos. Ni siquiera me gusta la caza, y vengo de una familia de cazadores.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me considero de izquierdas, aunque en ocasiones no entienda determinados apoyos de la izquierda a los nacionalismos xenófobos o al islamismo radical, porque la izquierda debería ser internacionalista y laica en todos los sentidos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
De pequeño quería ser científico, pero no estaba dotado para los números.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Las obsesiones, soy demasiado obsesivo, hasta el punto de tener varios TOCs con los que he aprendido a convivir, pero cuando era pequeño las manías me tenían ahogado.
¿Y sus virtudes?
Sobre todo una por encima de todas: La paciencia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? 
Si mi vida tuviera que pasar por mi cabeza en tan sólo unos minutos me acordaría básicamente de mi infancia, me vería a mí mismo de niño junto a mis padres, y junto a mi hijo montando en bicicleta.
T. M.