“La espera es el material del que está hecha la vida, la
nuestra, la de todos y cada uno de nosotros”, empieza diciendo con seriedad
afectada Miguel Albero en el único instante
de tregua; el resto, es un texto vertiginoso de ocurrencias, reflexiones
lingüísticas y referencias literarias absolutamente irresistibles alrededor de
este concepto que había ocupado al autor en su segundo poemario, “Lista de
esperas”. Y es que en cualquier registro Albero da rienda suelta a su infinito
sentido del humor y las genialidades se suceden una tras otra: a sus
delirantes relatos «Principiantes» (2004) y «Cruces» (2007), le siguieron las
novelas “Ya queda menos”, sobre un patán que funda un grupo de liberación de
enanos de jardín, y “Lenta venganza”, en torno a dos caracoles y a un
periodista que tiene visiones. Una narrativa de carcajada absoluta que al
tiempo proyecta un sarcasmo constante sobre nuestra sociedad actual.
En esa línea también hay que ubicar su ensayística, como
«Enfermos del libro. Breviario personal de bibliopatías propias y ajenas», e
“Instrucciones para fracasar mejor”, y por supuesto este “Vademécum de la
espera”, como reza su subtítulo. La alusión a la célebre obra de Beckett es
sólo la primera de un montón que Albero usa con tal habilidad que, en efecto,
convierte a la espera en un elemento trascendente. El análisis de la espera
existencial, la angustiosa, la esperanzada, la deliberada, la indeseada o incluso
comercial se mezcla con una teoría de la espera y hasta con recomendaciones
para luchar contra ella. Albero partirá de estas clasificaciones para estudiar
la espera activa y la espera pasiva, la individual y la colectiva, la objetiva
y la subjetiva; todo ello tras abordar todas las vertientes etimológicas del
término y antes de lanzarnos a un formidable torrente de ideas que incursionan
en la historia, la filosofía o la mitología en busca de todo aquello que aclare
algo que está tan presente en nuestro día a día pero que no exploramos como se
merece.
Publicado en La Razón, 11-II-2016