jueves, 11 de febrero de 2016

El que espera, desespera

“La espera es el material del que está hecha la vida, la nuestra, la de todos y cada uno de nosotros”, empieza diciendo con seriedad afectada Miguel Albero en el único instante de tregua; el resto, es un texto vertiginoso de ocurrencias, reflexiones lingüísticas y referencias literarias absolutamente irresistibles alrededor de este concepto que había ocupado al autor en su segundo poemario, “Lista de esperas”. Y es que en cualquier registro Albero da rienda suelta a su infinito sentido del humor y las genialidades se suceden una tras otra: a sus delirantes relatos «Principiantes» (2004) y «Cruces» (2007), le siguieron las novelas “Ya queda menos”, sobre un patán que funda un grupo de liberación de enanos de jardín, y “Lenta venganza”, en torno a dos caracoles y a un periodista que tiene visiones. Una narrativa de carcajada absoluta que al tiempo proyecta un sarcasmo constante sobre nuestra sociedad actual.

En esa línea también hay que ubicar su ensayística, como «Enfermos del libro. Breviario personal de bibliopatías propias y ajenas», e “Instrucciones para fracasar mejor”, y por supuesto este “Vademécum de la espera”, como reza su subtítulo. La alusión a la célebre obra de Beckett es sólo la primera de un montón que Albero usa con tal habilidad que, en efecto, convierte a la espera en un elemento trascendente. El análisis de la espera existencial, la angustiosa, la esperanzada, la deliberada, la indeseada o incluso comercial se mezcla con una teoría de la espera y hasta con recomendaciones para luchar contra ella. Albero partirá de estas clasificaciones para estudiar la espera activa y la espera pasiva, la individual y la colectiva, la objetiva y la subjetiva; todo ello tras abordar todas las vertientes etimológicas del término y antes de lanzarnos a un formidable torrente de ideas que incursionan en la historia, la filosofía o la mitología en busca de todo aquello que aclare algo que está tan presente en nuestro día a día pero que no exploramos como se merece.


Publicado en La Razón, 11-II-2016