miércoles, 3 de febrero de 2016

Entrevista capotiana a Carlos Salem

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Carlos Salem.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Un bar con biblioteca y surtido de bebidas interminables.
¿Prefiere los animales a la gente?
Jamás. Los animales mienten mal. Siempre digo que confío en la Humanidad, pero de uno en uno.
¿Es usted cruel?
No me sale. Es decir, que cuando me sale, es sin querer. Y la crueldad sin conciencia es miedo disfrazado. Como esa gente que, cuando no entiende lo que le dices, da por hecho que es un insulto y te ataca.
¿Tiene muchos amigos?
Más de los que merezco, pero muchos menos que Roberto Carlos (el cantante).
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No hago castings de amigos. La amistad es siempre una sorpresa, una buena noticia. Pero está claro que para ser amigo o amiga mía, hay que tener mucha paciencia.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Pueden equivocarse, por supuesto. Yo no hago todo el tiempo. Pero trato de aprender y, como digo en un poema, cometer errores nuevos.
¿Es usted una persona sincera? 
Lo necesario. Tenemos la maldita costumbre de pensar que a la gente le importa TANTO nuestra opinión y no es así.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
En la cama, si está mi chica. En mi mesa escribiendo o leyendo, si estoy solo. Y en bares, desde luego en bares.
¿Qué le da más miedo?
La cárcel. La mediocridad. Y sobre todo: no ser capaz de seguir haciendo todo lo que hago. No cambiará el mundo, pero me da motivos para vivir.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La corrupción. Y la cara dura de los corruptos.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Es que se puede ser creativo de muchas maneras.  Quise ser piloto de avión, pero en mi país natal, para llevar a algo en ese campo, tenías que ser militar. Y no iba a dejar que me cortaran las alas para subirme a un avión.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Ahora, casi nada. Pero volveré. Me gusta sufrir un poco, porque me lo merezco.
¿Sabe cocinar?
Sí. Pero desde antes de esta fiebre casi absurda por la cocina.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Francisco de Miranda. Tuvo una vida alucinante: estuvo en la independencia de EE.UU., en la Revolución francesa, en la emancipación Americana... Fue un viajero, un golfo, un soldado y un idealista.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Escándalo.
¿Y la más peligrosa?
Tolerancia.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí. Pero creo que el delito ya ha prescrito...
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
De izquierdas, aunque ya no se lleve decirlo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Confesionario. Pero con grabadora incorporada.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Soy muy vago y al mismo tiempo muy exigente conmigo mismo. Y tengo mala memoria, por lo que ahora mismo no recuerdo mis otros 99 vicios principales.
¿Y sus virtudes?
¿Tengo?
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Soy un optimista incurable: me imaginaría cómo besan las sirenas.

T. M.