jueves, 18 de febrero de 2016

Entrevista capotiana a Ernesto Escobar Ulloa

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ernesto Escobar Ulloa.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El sótano de la calle Garay, en el “El Aleph”, de Borges, un lugar que contiene todos los lugares.
¿Prefiere los animales a la gente?
Me gustan ambos.
¿Es usted cruel?
Tal vez, que lo digan mis víctimas.
¿Tiene muchos amigos?
No sé.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Ninguna.  
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Suelo decepcionarlos yo.
¿Es usted una persona sincera? 
Cuando me conviene.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con ella, haciendo cualquier cosa.
¿Qué le da más miedo?
Cuando ella me dice “cuidado”.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
El escándalo es una performance. No me gusta fingir que algo me escandaliza.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? 
Mi vida es tan rutinaria como la de cualquiera. No me atreví a ser actor o músico de rock, eso habría hecho...
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Nado.
¿Sabe cocinar?
A ella le gustan mis tamales y mi pollo con arroz.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Tal vez escribiría un relato de un pasaje en concreto, Jhon Cheever recayendo en la homosexualidad, o Julio Ramón Ribeyro en la última etapa de su vida, dejando París, huyendo de su matrimonio, abandonando la literatura, y enamorándose de una joven muchacha con quien sale a bailar. Hay una grandeza en el abandono.  
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Autocrítica, pero tampoco me “llena”.
¿Y la más peligrosa?
Las palabras normales sirven para las cosas más siniestras, “soluciona ese problema” puede ser una orden para matar.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No en el sentido literal.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Creo en eso que llaman “capitalismo de rostro humano”. El libre mercado y la justicia social son la clave del progreso. Más que una ideología es un escenario en el que todas las reformas son posibles.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un músico que toque sus propias canciones ante miles de personas o alguien que baile muy bien.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Si se entiende por vicio una practica dañina que no se puede dejar entonces no tengo.
¿Y sus virtudes?
La falsa modestia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No necesito imaginarlo, una vez estuve a punto de ahogarme en una playa de Lima junto a un amigo con el que nos gustaba alejarnos de la orilla. Y hace años me encañonaron con un fusil. Ninguna vez vi nada. En esos momentos la lucidez quema.

T. M.