El día en que H. D. Thoreau, el autor del texto “Desobediencia civil”, rechazó pagar el impuesto que se le reclamaba, como protesta por el hecho de que el gobierno empleara el dinero en la guerra, y como castigo pasó una noche en prisión; el día en que Rosa Parks se negó en el bus a ceder su asiento a un blanco y moverse a la parte trasera en 1955, acción que también la llevó a la cárcel; el día de 1940 en que Gandhi, fiel al ideario de Tolstói, resolvió que la resistencia pacífica era su mejor arma… Incontables son los casos a lo largo de la historia reciente en los que la
falta de sometimiento a una autoridad superior destaca como acción valerosa
frente al poder establecido. Tzvetan Todorov ha escrito “Insumisos” (traducción
de Noemí Sobregués) para ir en busca de personas significativas en tres
contextos –la ocupación nazi y la persecución a los judíos; la represión del
régimen comunista en Rusia; diversos conflictos como el de Argelia o Israel, el
racismo y el apartheid, más el peculiar caso de Edward Snowden– que optaron por
la insumisión como “instrumento político”, apoyándose en sus “cualidades
individuales para intervenir en el ámbito público”.
Así lo explica Todorov en el que su noveno libro en la editorial Galaxia
Gutenberg; una oportunidad para conocer las trayectorias de individuos
desconocidos para muchos de nosotros, como el caso de la holandesa judía Etty
Hillesum en tiempos de la Ocupación alemana, cuyos diarios y cartas fascinan al
autor en grado sumo, o ahondar en personalidades tan famosas del mundo
literario y político como Borís Pasternak y Nelson Mandela, respectivamente.
Los citados, ciertamente, más la etnóloga francesa Germaine Tillion, que
pasaría por un campo de concentración, Aleksandr Solzhenitsyn, el escritor que
tan extensamente denunció los gulags soviéticos, Malcolm X, un caso paralelo al
de Mandela, y el luchador por la paz entre palestinos e israelíes David
Shulman, rechazaron “la coacción impuesta por la fuerza o aceptada en silencio
por la mayoría de la población” en pos de alcanzar la libertad, la igualdad y
la justicia.
En el prólogo, Todorov justifica la elección de estos insumisos a partir
de su propia biografía, la de un hombre nacido en Bulgaria que vivió el
totalitarismo antes de poder empezar de joven una nueva vida en París y
proyectar sus agudas reflexiones sobre todo aquello relacionado con la moral.
No extraña, pues, que, con el trasfondo comunista sufrido, se haya dedicado a
estudiar acciones morales que tienen que ver con rechazar la fuerza que quiere
someter al individuo, con un tipo de resistencia política. Pasternak, fiel a sí
mismo escribiendo lo que sabe rechazará la Unión de Escritores; Mandela
alzándose por encima del odio que había recibido, Hillesum y Tillion en la
ayuda clandestina, Solzhenitsyn adoptando el papel de cronista del campo de
trabajo…: insumisos de indudables virtudes morales que el presente y el
porvenir deberían revisar en busca de constante inspiración.
Publicado
en La Razón, 18-II-2016