jueves, 31 de marzo de 2016

Entrevista capotiana a Juan José Castro Martín

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Juan José Castro Martín.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Debería ser un lugar con libros, donde se viera el cielo, tal vez el mar.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Los animales tienen cualidades que no tiene la gente y la gente defectos que no tienen los animales. A pesar de ello, me quedo con las personas.
¿Es usted cruel?
A veces, especialmente conmigo mismo.
¿Tiene muchos amigos?
Sí, los tengo. A la mayoría no los veo tanto como quisiera pero procuro cultivar la amistad más que la poesía.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad. Entiéndase que no exclusividad o fidelidad ciega. De los amigos se aprende mucho, nos compensan de múltiples situaciones impuestas.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
La decepción es una percepción, un horizonte. Resulta difícil  encontrarse a veces en el horizonte. Lo realmente cruel es divisarlos en otros parajes.
¿Es usted una persona sincera? 
Suelo serlo y mucho. La sinceridad puede ser la más terrible crueldad. Pero quienes merecen mi cariño y estima saben que soy una persona clara.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo, aprendiendo, con amigos, escuchando música, paseando por el campo, descubriendo lugares, estando con quienes quiero.
¿Qué le da más miedo?
Tener miedo me da miedo, pero sobre todo miedo por los demás.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
En la sociedad actual, el culto a la estupidez, la extravagancia gratuita y la morbosidad que destruye la intimidad.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Ser profesor, jejejeje.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, voy al gimnasio e incluso me he humillado ante el fútbol porque me gusta jugarlo, pero no verlo.
¿Sabe cocinar?
Me defiendo, procuro que nadie tenga que hacerme nada, me resulta molesto. Las tareas en casa se reparten  aunque no por un prurito de modernidad igualitaria sino por necesidad y justicia.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A mis padres.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Poesía.
¿Y la más peligrosa?
Ser.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Jamás, en serio.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Las que se apartan de la desigualdad, la desmemoria y la falsedad revestida de democracia. ¿Adónde corresponde eso?
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Jardinero, ornitólogo, viajero…
¿Cuáles son sus vicios principales?
Una pregunta, quizá, demasiado amplia. No sé si cuenta la obsesión por aprovechar el tiempo y seguir aprendiendo.
¿Y sus virtudes?
No sabría decir, tal vez la insistencia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Creo que Ofelia, un guerrero vikingo o Ícaro.

T. M.