martes, 1 de marzo de 2016

Entrevista capotiana a Pablo Benavente

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Pablo Benavente.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Imagino que en un barco, necesito cambio, aire, paisaje, y es la única forma de moverme sin salir del mismo lugar –y no, un avión o un globo no me sirven, prefiero mirar al cielo que mirar al suelo.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, no por norma general. Los animales -y la gente- me gustan en libertad, y soy bastante urbanita.
¿Es usted cruel?
Sí. Soy muchas cosas, por suerte o desgracia.
¿Tiene muchos amigos?
Menos de los que querría. Más de los que admitiré.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Honestidad y naturalidad. Con transparencia se disfrutan hasta los defectos. Diría que, incluso, sobre todo los defectos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No suelo equivocarme demasiado, así que diré que no. No suelen.
¿Es usted una persona sincera? 
Como dijo Andrés en sus tiempos mozos: Honestidad brutal. Tiendo a extralimitarme.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Creo que la vida es una continua enseñanza, trato de no estar quieto.
¿Qué le da más miedo?
La mediocridad, el olvido, creo que toda vida está –o debe estar– destinada a provocar un cambio, a que el mundo no sea indiferente a ella. Aspiramos, aspiro, a la huella.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La mentira en forma de caos, no entender algo. Me gusta demasiado el juego, la estrategia, como para aceptar que hay gente que sólo quiere ver el mundo arder sin motivo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me habría encantado ser un pirata, mojarme las botas roídas en las playas de Nassau y escupir tabaco mascado en la puerta de una posada de mala muerte de la que no sé si saldré, ni si querré salir ¿Hoy en día? Camarero en un antro de mala muerte frecuentado por personajes de toda índole, o agente secreto –demasiado cine– quizás.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Siempre he hecho natación, me apasiona el mar. Sentirme insignificante me despierta. En Madrid sólo le pego a un saco de boxeo de vez en cuando, no puedo permitirme una piscina.
¿Sabe cocinar?
No. Cocino, pero jamás diría que sé cocinar.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
No estoy seguro de que hubiera aceptado escribir para el Reader’s Digest, pero, por mojarme, en un hipotético caso, sobre un personaje controvertido o injustamente olvidado por la historia, Blas de Lezo, por ejemplo. O un personaje turbio. Siempre fui de antihéroes. Imagina una sección liderada por un “Edward Teach “Barbanegra”, un personaje inolvidable”.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Magia. Utopía si no.
¿Y la más peligrosa?
Paciencia, tolerancia. Sumisión.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Continuamente. Hay mucha gente que merece encontrarse con sus antepasados antes de tiempo, pero aún no tuve la oportunidad de ser –o no me sentí como– el que deba facilitarles el café.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Ya te dije que sería un pirata feliz.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
La serpiente de Salma Hayek en Abierto hasta el amanecer.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El alcohol, el cine, el amor, y la literatura. No sé si en ese orden.
¿Y sus virtudes?
Se me da fatal mentir, si es que eso es una virtud.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Dicen que se te queda grabado en la retina lo último que ves, yo cerraría los ojos y pensaría en ella. En el fondo soy un romántico empedernido.

T. M.