miércoles, 6 de abril de 2016

Entrevista capotiana a Ada Soriano


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ada Soriano.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La ciudad donde resido, la que me vio nacer. Predominan los días soleados y el mar está muy cerca, casi se puede oler.
¿Prefiere los animales a la gente?
Respeto a los animales y siento afecto hacia ellos pero, sin duda alguna, prefiero a la gente. Claro está, según qué gente.
¿Es usted cruel?
Sí lo fui, pero ocasionalmente, hace muchos años, durante la niñez y la adolescencia, más bien por ingenuidad que por malicia.
¿Tiene muchos amigos?
Sí los tengo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No las busco sino que las encuentro. La amistad, como el amor, nace de manera espontánea. Te vas dando cuenta de quiénes te son leales. Me decanto por dar y recibir honestidad y generosidad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Alguna vez me he llevado decepciones. Eso significa que no eran amigos. En todo caso, sí me han desconcertado, al igual que yo a ellos. Valoro mucho la amistad.
¿Es usted una persona sincera? 
Cuando me he sentido apurada he recurrido a la mentira piadosa, como suele decirse, pero no por compasión sino por comprensión. Vamos, que soy sincera.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Como he hecho hasta ahora: sentarme en mi mecedora y leer, escuchar música, ver una buena película o un buen documental, soñar, quedarme a solas conmigo misma y mi propio balanceo, inmersa en mi mundo, con esas imágenes que me llegan; asomarme al exterior y pasear, relacionarme con la gente y todo lo que me rodea. Ah!, y hacer excursiones a la playa, sumergirme en sus aguas, asistir al lenguaje de las olas con su canto y su lamento. Me encanta el mar. Realmente pienso que el tiempo libre no existe como tal. Lo inventamos a diario.
¿Qué le da más miedo?
Como madre que soy, sobrevivir a mis hijos. A nivel personal, el miedo al miedo. Creo que he dicho lo mismo de dos maneras distintas.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Todavía me escandaliza el abuso de los que se creen poderosos.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Hubiese querido aprender a tocar el piano o el violonchelo, y haber sido maestra en esa materia, la música. Pero eso también es creativo, ¿verdad? La música y la poesía tienen mucho que ver.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Caminar, barrer, fregar los platos…
¿Sabe cocinar?
Sí, y se lo debo a mi madre que es una excelente cocinera, pero mi hermana Ana me supera con creces en esto del arte culinario.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Qué buenos recuerdos me trae esta singular revista estadounidense. Tuve el placer de leerla durante años, ya que mi padre se suscribió a dicha revista tan variopinta, con sus chistes y todo. En cuanto a un personaje inolvidable, elegiría a tantos… Como ha de ser a uno, a la fascinante poeta norteamericana Sylvia Plath.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Esa misma que nombras.
¿Y la más peligrosa?
La indiferencia.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. En momentos de enfado he utilizado ciertas expresiones tipo: es que te mato, pero jamás me he planteado algo tan espantoso.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
La que se hace partícipe de la solidaridad, la justicia social y la libertad de expresión.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Bueno, si se puede nombrar algo que tenga vida, pues un árbol. A poder ser, un almendro o un cerezo. Son muy bellos cuando florecen. Permitiría a los amantes que dejasen grabadas en el tronco las iniciales de sus nombres, sus corazones partidos por la flecha de la pasión.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Todo lo que no me gusta y no puedo evitar hacerlo.
¿Y sus virtudes?
Es que eso queda mal que lo diga yo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Dicen que la persona que está al borde de la muerte, percibe en pocos segundos una serie de secuencias sobre su vida. Cuando me llegue ese momento,  quisiera que me ocurriese lo mismo, con lo mejor que he vivido.
T. M.