sábado, 2 de abril de 2016

Entrevista capotiana a Amando de Miguel

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Amando de Miguel.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El lugar ideal para vivir es donde vivo, en la Sierra de Madrid, después de haberlo hecho en veintitantos domicilios. Si me echaran del país, me gustaría residir en Israel.
¿Prefiere los animales a la gente?
Yo confío más en las personas, en algunas de ellas.
¿Es usted cruel?
¿Cruel? Creo que no, pero un poco sí con algunas personas.
¿Tiene muchos amigos?
Siempre he tenido pocos amigos. Han ido variando a lo largo de la vida.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La cualidad mejor de un amigo es la inteligencia, también la generosidad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Claro que ha habido amigos que me han decepcionado. Supongo que yo también he decepcionado a algunas personas.
¿Es usted una persona sincera? 
La sinceridad hay que administrarla en cada caso, según sea menester.     
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Mi tiempo libre se parece mucho a mi tiempo de trabajo, pues consiste en leer y escribir. Añado  platicar y hacer jardín. Veo poca tele y oigo mucha radio.
¿Qué le da más miedo?
Me da mucho miedo perder la memoria.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Lo que más me escandaliza, me irrita, es que medren los mediocres.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Aparte de escribir, soy sociólogo. Aparte de eso me habría gustado ser arquitecto o pintor.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Hacer jardín, que incluye acarrear piedras y tierra, cortar leña con hacha. Paseo por la ciudad todo lo que puedo. Subo las escaleras mecánicas del metro por la izquierda.
¿Sabe cocinar?
Sé cocinar y he cocinado bastante en su día, pero últimamente no me atrae mucho. Se pierde mucho tiempo. Me acucia la falta de tiempo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Se pueden rastrear en mis novelas. El más singular: Panxo Marsal.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
La que más se repite en todos los idiomas, porque es la primera que se aprende: mamá.
¿Y la más peligrosa?
“Guerra”, que es palabra germánica adaptada en los idiomas latinos también. El “bellum” latino era poca cosa.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Creo que sí, pero no sería capaz de hacerlo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Liberal, sin “neo”.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Ya lo he dicho: arquitecto o pintor. Tengo mucha más sensibilidad visual que auditiva. Si lo de “ser” significa algo más que la profesión, me habría gustado ser mujer. Puestos a elegir, mujer culta, de clase alta en Madrid a finales del siglo XIX.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Egoísmo, no en el sentido económico sino el de meterme en mí mismo.
¿Y sus virtudes?
Virtudes: capacidad de trabajo, cierta generosidad con las personas de mi círculo íntimo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Supongo que me pasarían en unos segundos todos los fotogramas de mi vida. Creo que me quedaría con el caballo de cartón que me trajo mi padre del frente en la guerra civil.
T. M.