lunes, 16 de mayo de 2016

Entrevista capotiana a Clara Peñalver

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Clara Peñalver.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Vivir en un solo lugar es como estar en una cárcel, pero he de decir que no me quejaría si Granada fuese mi celda.
¿Prefiere los animales a la gente?
A veces sí.
¿Es usted cruel?
Por regla general no. Prefiero ser contundentemente eficaz, aunque sí que hay perfiles humanos que despiertan en mí inclinaciones Dexterianas.
¿Tiene muchos amigos?
No. A día de hoy, y recurriendo a una manida frase, me sobran dedos de una mano al contar a mis amigos. Tengo muchísimos conocidos, mucha gente a la que aprecio y admiro, pero para mí la amistad representa tantas cosas que no se la otorgo a cualquiera.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Variedad, que cubran distintas facetas de mi vida. Pero, a pesar de que cada uno de mis amigos me aporta algo diferente y genuino, todos ellos despiertan en mí, casi desde el principio, un profundo respeto y muchas ganas de aprender y crecer con ellos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Rotundamente no. Hace algunos años, una intensa experiencia me enseñó que la mejor forma de moverse por el mundo es desnuda de expectativas y, desde entonces, esa es mi filosofía de vida. Creo que precisamente por eso, más que decepciones, acumulo gratas sorpresas.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, aunque se me dan bien las mentiras piadosas.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Últimamente no tengo demasiado tiempo libre pero, cuando pueda disfrutar de él, tengo muy claro que voy a hacer tres cosas importantes: dormir mucho, pasarme horas enteras mirando al techo mientras dejo que mi cerebro funcione a su ritmo y hacer un largo viaje en moto.
¿Qué le da más miedo?
Un par de años atrás habría respondido a esta pregunta diciendo que mi mayor miedo era el propio miedo. La contrafóbica fue mi apodo durante un tiempo. Hoy me he dado cuenta de que tengo muchos miedos, lo único que hago es sujetarlos con fuerza y seguir avanzando con ellos. Y de entre todos esos miedos, creo que hay uno que despunta: mirar atrás dentro de unos años y no encontrar motivos para sentirme orgullosa de lo que he hecho.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Nada me escandaliza, pero sí que hay algo que me irrita sobremanera: la falta de respeto.
Si no hubiera decidido ser escritora, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Supongo que me habría preguntado muchísimas veces a lo largo de mi vida por qué no fui capaz de tomar aquella decisión.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, aunque ahora he tenido que dejar de lado mi principal afición: el krav maga. Hace varios años que comencé a practicar este deporte de contacto, pero cuando llegó a mi vida la televisión, tuve que elegir entre el krav maga y sus cardenales y lesiones o el trabajo. Espero poder retomar algún día los entrenamientos y conseguir algo más que mi cinturón verde. Mientras tanto, hago lo que puedo: voy al gimnasio y, cuando no hay tiempo, le pego alguna que otra paliza al saco de boxeo que tengo en mi despacho.
¿Sabe cocinar?
Me encanta cocinar y me gustaría tener más tiempo para hacerlo. No es por presumir pero hago unas tartas para chuparse los dedos.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Si ese personaje inolvidable fuese ficticio, sin duda elegiría a Alicia, la del país de las maravillas. Si fuese real, escogería a Alice Liddle, la niña que inspiró a Lewis Carroll en sus historias y que vivió toda su vida acompañada por la sombra de su alter ego y el cariño incondicional (casi obsesivo) de su creador.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Locura.
¿Y la más peligrosa?
Cordura.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, pero los detalles me los reservo para mí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Creo que la realidad que nos rodea me obliga a hablar más de sentido común que de tendencia política. Eso sí, siempre voy a estar del lado de LA GENTE.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Una flor en el camino, como la de Juan Ramón Jiménez.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No sé si tengo vicios. Lo que sí tengo son muchos defectos, uno de ellos es creer que soy capaz de cualquier cosa, algo que, evidentemente, no es verdad. Sobre todo teniendo en cuenta los batacazos que me pego de vez en cuando. Otro defecto es decir a todo que sí cuando sé positivamente que no puedo con todo, lo cual no sólo me afecta a mí (me sobrecargo), sino también a gente a la que aprecio.
¿Y sus virtudes?
La constancia y el esfuerzo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Dicen que cuando uno se ahoga en el mar, la alta concentración de sales hace que, incluso después de que se haya parado el corazón, el cerebro siga funcionando unos instantes. Me cuesta trabajo imaginar qué vería… Puede que la sonrisa de Paco, mi compañero de vida, o cierto paseo por la orilla del mar Mediterráneo o kilómetros y kilómetros de asfalto… No puedo hacerme una idea de qué es lo que vería pero, puestos a fantasear, todo podría acabar con la imagen de un libro que se cierra.

T. M.