martes, 4 de octubre de 2016

Entrevista capotiana a Fernando Goitia

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Fernando Goitia.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El planeta Tierra, sin duda. Ofrece todo lo que necesito para vivir. Aunque todo es mejorable.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Jamás he sentido que tuviera que elegir entre ambas opciones. A mi entender, la comunicación con el resto de los seres vivos -animales o personas-, el modo en que nos relacionamos, depende, ante todo, de nosotros mismos. Ahora bien, es inevitable sufrir encuentros desagradables o vivir determinadas relaciones turbulentas con otras personas y, a veces, también con animales (a mi hija de dos años, por ejemplo, el otro día le saltó un gato negro a la espalda sin mediar provocación), pero el mundo tampoco se acaba por eso.
¿Es usted cruel?
Es muy probable que haya hecho sufrir a alguien -nada físico, eso sí-, pero jamás me he deleitado con ello ni me ha complacido infligir sufrimiento a los demás. En todo caso, me enfado con más facilidad de lo que me gustaría. La mala leche es una compañía que me sienta fatal y, peor todavía, a los que me rodean.
¿Tiene muchos amigos?
No tengo un millón de amigos, pero estoy muy agradecido por los que tengo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Ninguna. La amistad es una relación que se siente de forma profunda. La única vara con la que se puede medir es la ilusión con la que vives cada reencuentro; no importa que el anterior haya sido pocos días o muchos años atrás.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Nunca, porque no espero nada de ellos. El día que dejan de serlo te alejas y se acabó. Duele, te encabronas, aprendes, con suerte, alguna lección, pero la vida sigue y, con el tiempo, los olvidas. Aunque haya algunos que te han dejado huellas muy profundas.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí. La verdad no siempre brota con facilidad, pero tarde o temprano debe aparecer, porque es imposible vivir tras una mentira. Vivir en paz, se entiende; con uno mismo y con los demás. Las mentiras te lo pudren todo por dentro.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Tengo dos hijos pequeños con quienes ocupo todo mi tiempo cuando no estoy trabajando. Intento también leer, quedar con los amigos, pasear, visitar a mi familia, nadar o algún otro deporte, viajar, ver películas y series de televisión…
¿Qué le da más miedo?
El miedo en sí mismo. Sentir miedo implica percibir peligros sobre los que no tienes control alguno.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La corrupción humana. Siempre aparecen personas -de forma individual o en grupo- capaces de cometer atrocidades. No hay mayor escándalo que la capacidad de algunos humanos para causar horror, injusticias, desigualdad y despreciar la vida ajena. Para muchos, incluso, es toda una forma de vida.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Ojalá llevara una vida creativa. Escribo cuando puedo, más bien. Ahora bien, como lo hago desde que tengo memoria jamás pensé en dedicarme a otra cosa que no fuera ganarme la vida escribiendo. ¡Ah, sí!, una vez, con seis o siete años, en un viaje veraniego familiar, mi padre nos preguntó a mí y a mis tres hermanos aquello de: ¿qué quieres ser de mayor? Respondí que quería ser banquero. En fin, ¡angelito!
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Intento nadar un rato tres veces por semana y también, cuando encuentro compañía para ello, jugar al fútbol, al baloncesto o al tenis. No lo consigo con toda la frecuencia que me gustaría.
¿Sabe cocinar?
Sí. Mis amigos -¿quizá por ello lo siguen siendo?- me alaban los chipirones en su tinta, las codornices al vino blanco y algún otro plato. La mesa es uno de los mejores lugares para desarrollar las relaciones humanas.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Neil Young, a quién también suelo referirme como “el puto amo”. Admiro a muchos otros personajes de la humanidad, pero Young es el único al que me siento conectado de una manera íntima y profunda, desde la primera vez que escuché su música y su voz.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor, supongo. Abarca todo. Es la única esperanza.
¿Y la más peligrosa?
Odio. Es la mayor amenaza para la existencia, la convivencia y la libertad. Codicia también. Es tan peligrosa como el odio. Numerosas veces, de hecho, van de la mano.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, pero se me pasa rápido y, además, sería incapaz de cometer cualquier crimen. Es algo completamente ajeno a mi naturaleza.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No tengo. Me intentaron insuflar algunas desde niño, pero una vez que me libré de ellas nunca he vuelto a abrazar otras. Intento guiarme por el sentido común, el humanismo, el respeto, la libertad... Esas cosas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
¿Otra cosa que no sea una persona? ¡Ay, Truman, qué cosas tienes!
¿Cuáles son sus vicios principales?
Tabaco y alcohol.
¿Y sus virtudes?
Cuando he decidido hacer algo, lo hago… Siempre y cuando nada me lo impida, claro.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Podrían ser los momentos agradables de mi vida, visiones de las personas que amo, aunque es probable que también visualizara los escenarios por los que transcurre ‘La Sacudida’: Nicaragua y Honduras devastadas por el huracán Mitch. Es la experiencia más aplastante y demoledora por la que he pasado en mi vida.

T. M.