sábado, 19 de noviembre de 2016

Entrevista capotiana a Almudena Villegas

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Almudena Villegas.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Viviría en Oxford, rodeada de libros y de naturaleza. No podría vivir sin libros ni aire libre (ambos en cantidad), y allí hay suficiente de ambas cosas. Eso sí, necesitaría una buena cocina.
¿Prefiere los animales a la gente?
Ni uno ni otro, me gustan las personas, una a una. Nada de multitudes, no me gusta la despersonalización ni la pérdida de identidad que supone ese concepto de “la gente”. Y por otro lado, para mí, cualquier persona estará siempre por encima de cualquier animal.
¿Es usted cruel?
No lo he practicado aún. Pero podría.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo buenos amigos, los suficientes. Y montañas de conocidos, pero los amigos son algo especial y se comparte con ellos algo de uno mismo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Los amigos no se buscan, es como el amor, aparece o no, y si aparece es mágico, así que cuando los he encontrado y se ha producido ese momento los he aceptado como son. Jamás exijo, y solo tomo si hay.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
¡Nooo! Son altamente fieles. La decepción llega cuando uno espera demasiado de los demás, así que no hay que exigir tanto, solo recibir lo que los demás son capaces de darnos.
¿Es usted una persona sincera? 
¿No se me nota? Cultivo un mundo interior al que apenas dejo pasar a nadie, quizás eso sea algo misterioso para los demás. La verdad es un arma de doble filo que hay que usar con mucho tiento.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leer, escribir, viajar con mi familia y nadar. En este orden. Todo lo que recrea mi mundo interior me hace feliz.
¿Qué le da más miedo?
La despensa vacía, la casa sin libros, las personas sin conversación.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La falta de compasión que veo cada vez que me asomo al mundo. La deshumanización sigue escandalizándome e impresionándome hasta las lágrimas. El día que no me escandalice será cuando me haya perdido del todo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Hubiera llevado una vida creativa igualmente, habría pintado. Aun puedo hacerlo. Ser creativo no es un camino único, hay muchas vías cuando tienes algo así dentro de ti, y se manifiestan antes o después. Explotan literalmente. Escribir no es el ejercicio de una decisión, sino de una necesidad.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Doy largas caminatas diarias y nado cuando puedo. Hace mucho tiempo que ambas se convirtieron en una necesidad.  También son ejercicios de soledad, que es tan necesaria para mí, y otras veces con grata compañía, ejercicios de buena conversación.
¿Sabe cocinar?
Ya lo creo, y lo hago estupendamente. Cuando quiera se lo demuestro.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Thomas Jefferson, una personalidad que me fascinó cuando escribí su cortísima biografía en Grandes maestros de la gastronomía. Además, vivió en una de las épocas más atractivas de la historia, la de los frutos de la Ilustración, y me dejó con ganas de más. Jefferson empezaba la ilusionante tarea de un impresionante nuevo proyecto y era un hombre grande.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Todavía.
¿Y la más peligrosa?
No.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No he sentido el deseo, pero si me viera en la necesidad lo haría. Sin duda, podría hacerlo incluso sin desearlo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Cada día se diluyen más, y se definen más mis tendencias morales. Me está aburriendo la política, y me parece increíble que tantas personas anodinas ocupen un porcentaje tan elevado de las noticias y en consecuencia de nuestro tiempo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Me gusta mucho mi vida, pero estaría bien pasar momentos en la piel de otros y poder volver a casa después. Mirar el mundo con los ojos de los demás y entenderlo todo mejor. La vida es una gran interrogación que no se comprende si no es a través de otras vidas. Esa es una parte del escritor: comprender a través del otro, diluyendo así los límites y tratando de entender mejor las situaciones para mostrar a la perfección el universo que recrea en cada libro.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Una copa de vino de Montilla todos los días antes de comer, una cita a la que jamás falto. Y, ahora en serio, no soy de grandes vicios, sino de multitud de pequeños, algo fatal porque es mucho más difícil luchar contra ellos.
¿Y sus virtudes?
El tesón, la constancia. La ausencia de pereza, que creo que es la madre de todos los vicios. La fidelidad incondicional a los míos como una absoluta leona.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
El nacimiento, el parto de mis hijos, quizás por la relación de la situación con el agua y por la enorme felicidad de aquellos momentos. Así pasaría el mal trago. 

T. M.