lunes, 7 de noviembre de 2016

Entrevista capotiana a Ana Alcolea

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ana Alcolea.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una cabaña en medio de las montañas, junto a un río, y con una cascada al otro lado de la ventana de mi habitación.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Me gusta demasiado hablar.
¿Es usted cruel?
Creo que no. Pero supongo que tengo mis momentos…
¿Tiene muchos amigos?
Los suficientes. Tengo muchos conocidos a los que no llamo amigos. Para mí, la palabra “amigo” es sagrada y no la regalo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Ninguna en especial. A mis amigos de verdad los acepto tal y como son. Es cuestión de química, como en el amor. Mis amigos son muy diferentes entre sí. Cuando los reúno, pueden estallar chispas de todo tipo…
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Intento no esperar demasiado de nadie. Tampoco de mí misma. Tal vez sea yo quien haya decepcionado a algunos amigos. Es imposible estar a la altura de lo que los demás pretenden de los otros. Por eso, yo intento no pretender nada o muy poco de los demás. Así es todo más fácil, más honesto, más natural. Y creo que así es como debe ser.
¿Es usted una persona sincera? 
Casi siempre. Mi madre me decía que había que decir siempre la verdad. Yo creo que no. Y con los años he aprendido a mentir. Prefiero una mentira sanadora a una verdad asesina.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me gusta escuchar música. Leer. Caminar por el monte. Por el mar, cuando tengo oportunidad. Hablar con mis amigas. Estar con la familia. En fin, creo que como casi todo el mundo.
¿Qué le da más miedo?
La enfermedad y la muerte de aquellos a quienes quiero bien.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La gente que cree tener la verdad en la mano. La gente que cree que tiene poder sobre los demás. La gente que cree que hay que dejar de lado las Humanidades, y que no se dan cuenta de que son los pilares fundamentales del pensamiento. Si no se dan cuenta, no deberían estar donde están. Y si se dan, tampoco.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Sería profesora de Lengua y Literatura, que ha sido mi profesión durante 26 años.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Camino todo lo que puedo, en la ciudad y en las montañas, siempre que puedo.  Fui entrenadora de Gimnasia Rítmica durante seis años, así que intento ser consciente de mi cuerpo.
¿Sabe cocinar?
Sí. No soy una gran cocinera, pero los bizcochos y las tartas me salen bastante bien. Nunca cocino igual un plato. Me invento recetas. A veces con éxito, a veces con un resultado desastroso…
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Sobre don Quijote, por supuesto. Porque don Quijote somos todos: todos queremos hacer de nuestra vida algo especial. Él lo consiguió: se convirtió en personaje de novela, que era lo deseaba…
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Podría decir como Woody Allen, “benigno”. No es muy poético, pero es la palabra que me habría gustado escuchar en varias ocasiones, dentro de mi mundo familiar más íntimo. Pero añadiré otra, que me parece fundamental para que el mundo siga siendo algo en lo que merezca la pena vivir: respeto. Es una palabra en la que cabe lo mejor del ser humano.
¿Y la más peligrosa?
Poder.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Ni siquiera en mis novelas soy amiga de matar personajes…
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
En este momento político en el que estamos, ya no sé dónde estoy. Antes lo tenía más o menos claro, pero ahora… En este país, es difícil creer en un programa electoral que generalmente ni siquiera existe,  en los políticos por supuesto es imposible. Y en las ideas…, nadie sabe dónde están. Se perdieron por el camino.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Dentro del ámbito profesional, cantante de ópera, sin ninguna duda. Pero no tengo voz. Así que como no tengo capacidad para “cantar”, me dedico a “contar.” Al fin y al cabo, solo hay una letra de diferencia. Dentro del ámbito animal, cuando no paro de viajar y de hacer actividades, y a veces veo vacas desde la ventanilla de un tren, me gustaría ser una vaca: pastar,  pasear y dormir en el campo. Pero esta extraña fantasía me da muy pocas veces…
¿Cuáles son sus vicios principales?
No fumo, no bebo. Supongo que la negación también es un vicio. De niña me mordía las uñas, por eso ahora las tengo pequeñas. La verdad es que soy bastante disciplinada. No me parece que tenga muchos “vicios”.
¿Y sus virtudes?
Tengo muchísima paciencia. Esa es mi mayor virtud, sin duda.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Estuve dos veces a punto de ahogarme, en el mar. Tuve miedo, y no recuerdo que me viniera ninguna imagen a la cabeza, salvo la de moverme para salir a flote, pedir ayuda y respirar. Podría decir que vi a Caronte, o a las sirenas, pero no… Fue todo más prosaico. Y me salvé…

T. M.