jueves, 10 de noviembre de 2016

Morir dos veces


Da en el clavo Elvira Lindo en un sentido prólogo al hablar de Mercedes Núñez Targa (1911-1986) como de una mujer inagotable, valiente, dotada para la escritura con una intensidad tal «que el lector se siente concernido por los padecimientos de las presas: el hambre, la suciedad, el frío y el miedo a la muerte o a la tortura». Se está refiriendo a la que fue la vida en prisión de esta catalana que desempeñó labores de secretaria de Neruda, cuando éste era cónsul de Chile en Barcelona en 1934, y que sobrevivió a dos tragedias tremebundas plasmadas, como para dar voz a todas aquellas mujeres que padecieron calamidades y murieron en las condiciones más terribles, en unas memorias que aparecerían en París, en 1967.

Memorias de dos experiencias, a cual más atroz, la de la cárcel de Ventas en Madrid y la del campo de exterminio de Ravensbrück, que ahora están editadas en un magnífico libro que incorpora fotografías y documentos, y hasta un léxico de las palabras usadas en el campo nazi. En el primer texto, breves viñetas de gran vivacidad nos transportan al día a día de las compañeras reclusas de Mercedes, acusada de simpatías socialistas, en condiciones infrahumanas y con la cotidianidad de los fusilamientos; y en el segundo cuenta su peripecia cuando, tras salir de la cárcel en 1942, se exilia, pero con la mala suerte de que es detenida en Carcassone por la Gestapo; sucede dos años después, ya como miembro de la Resistencia, estando «destinada al crematorio» desde el primer día, cuando «los SS nos esperaban con palos y perros», de lo cual se salvó en 1945 gracias a las tropas aliadas el mismo día que se tenía previsto que la transportaran a una cámara de gas, ya enferma de escarlatina y tuberculosis. Un testimonio al que hay que otorgarle un altísimo valor histórico.

Publicado en La Razón, 10-XI-2016