viernes, 23 de junio de 2017

El huérfano y triple clan literario

En el año 2006, aparecía una biografía singular por ser triple. Ha habido diversos casos de hermanos que se han convertido en grandes e influyentes escritores, caso de dúos como Antonio y Manuel Machado, en nuestro ámbito español, o Thomas y Heinrich Mann, por poner un ejemplo de ámbito europeo también del siglo XX. Pero mucho más extraordinario es que tres personas nacidas de una misma madre y que comparten apellido se dediquen de manera absorbente a la literatura y además tengan sendas trayectorias exitosas. Aquella biografía a la que nos referimos,y que reflejaría precisamente la importancia de semejante tridente, la firmaba Miguel Dalmau y se titulaba «Los Goytisolo» (se publicó tras resultar finalista del Premio Anagrama de Ensayo XXVII). 

El mayor de este fecundo clan era José Agustín, el poeta que murió a los setenta años en circunstancias que muchos tildaron de suicidas, una tarde de 1999, al precipitarse desde la ventana de su domicilio, en Barcelona. El autor de poemas como «Palabras para Julia», al que puso música Paco Ibáñez, parecía estar pasando una temporada deprimido,según algunas personas. Pero como diría Primo Levi, «todo suicidio permite una nebulosa de explicaciones», de modo que para siempre quedará ese triste episodio en cierto enigma. El segundo y tercer hermanos, Juan y Luis, obtendrían reconocimiento muy pronto, ya que siendo todavía joven, por ejemplo, este último ganó con su primer libro, «Las afueras», el Premio Biblioteca Breve de Novela, y Juan, con su compleja obra «Reivindicación del conde don Julián», que vio la luz en México en 1970, se acabaría convirtiendo en un clásico moderno estudiado por el mundo académico y filológico. 

Nacidos en el seno de una familia burguesa, los tres hermanos tuvieron que vivir la tragedia de perder a su madre en un bombardeo, durante la Guerra Civil, y una posterior escisión por cuanto Juan decidió exiliarse por razones políticas. Hasta la vida privada de ellos trascendería, ya que en la biografía de Dalmau se hablaba de Juan y sus relaciones turbulentas con la escritora, guionista y actriz francesa Monique Lange (fallecida en 1998), con el que convivió desde 1956 y se casó en 1978; a ello se añadían las experiencias homosexuales también de Juan, y la convivencia difícil de la mujer de Luis, la también ya desaparecida María Antonia. Un conjunto de chismes personales muy ligados a la efervescencia de una Barcelona que se convertía en núcleo editorial esencial de la literatura en español y de la que salían escritores de voz crítica ante la dictadura. (En 1959 Juan asiste, junto con intelectuales y políticos antifranquistas, al homenaje a Antonio Machado en Collioure; ese año sucede la Huelga Nacional Pacífica que hace pensar que el fin del régimen puede estar próximo). 

Muchos rasgos literarios y sociopolíticos en los que pudieron converger los hermanos no fue un hecho que los acercara fraternalmente. En un artículo de prensa, Enrique Vila-Matas dijo que Juan no acudió al entierro de José Agustín porque, ya en 1964, se prometió no volver al panteón familiar en Montjuïc después de la muerte, con escasa diferencia de meses, de su padre y su abuelo,porque elpanteón era el símbolo de «todo el horror de la clase burguesa y explotadora en la que nació»; asimismo, Luis sí decidió ir al entierro pero no al funeral, «para no robar protagonismo al muerto: viejos ecos de antiguas competitividades fraternales». No era, por cierto, el primer hermano muerto, pues el que fuera el mayor, Antonio, había caído por culpa de una meningitis en 1927. 

Los desencuentros entre los tres, así pues, fueron notorios, pero siempre iban a estar unidos por aquel drama: Juan dijo que si no hubiera ocurrido la muerte de su madre no se habría convertido en escritor; José Agustín moriría el día del aniversario de su fallecimiento; Luis, en cambio, rechazaría esa influencia al explicar que apenas conoció a la que le trajo al mundo –su tetralogía «Antígona», novelas publicadas en el periodo 1974-1981, es toda una indagación de las preguntas que se puede hacer todo ser humano ante la vida y la muerte–, pero ese clima de ausencia, la pérdida del referente materno, provocó sensibilidades que buscarían su eco en el mundo del arte literario.

Publicado en La Razón, 5-VI-2017