viernes, 15 de diciembre de 2017

Entrevista capotiana a José Antonio Llera

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Antonio Llera.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Madrid.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a la gente que se rodea de gatos.
¿Es usted cruel?
Solo conmigo mismo.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo pocos amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La generosidad y el coraje.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No suelen decepcionarme, pero si lo hacen no lo tengo en cuenta (pienso siempre en las veces en que yo he podido decepcionarlos a ellos).
¿Es usted una persona sincera? 
Procuro ser sincero sin caer en la grosería de aquel que siente la necesidad de escupir sus verdades a la cara, incluso cuando no se le ha pedido opinión.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con la lectura, el cine y los espectáculos deportivos, especialmente el baloncesto.
¿Qué le da más miedo?
Vivir sin estar viviendo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandalizan los cretinos, como a todo el mundo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me habría gustado ser saltador de longitud. De niño, ensayaba mucho en la cochera de mi casa familiar. Admiraba a Robert Emmiyan. ¡Qué gran batida!
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Ninguno. Hice pilates una temporada y fue espantoso. Mi reumatólogo me riñe bastante por esto.
¿Sabe cocinar?
Los que alguna vez compartimos piso cuando éramos estudiantes, tenemos una relación de amor-odio con la cocina. Cocino a marchas forzadas, como quien avanza descalzo por un terreno pantanoso.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Pessoa (o a Gérard de Nerval).
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Abrazo.
¿Y la más peligrosa?
Venganza.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Naturalmente.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Aquellas que toman partido por los más débiles.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Jugador de baloncesto o saltador de longitud.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Recuerdo que una de las primeras cosas que me enseñó mi padre fue a estrechar la mano con fuerza. Por desgracia, no tengo su don de gentes; soy un poco huraño.
¿Y sus virtudes?
La capacidad para entusiasmarme con lo que me gusta. La capacidad para olvidar lo que no me interesa.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
De hecho, una vez estuve a punto de ahogarme. Sentí que moría y que volvía a vivir la misma vida que había llevado hasta entonces, en una especie de eterno retorno nietzscheano.

T. M.