En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Antonio Llera.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Madrid.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a la gente
que se rodea de gatos.
¿Es usted cruel?
Solo conmigo mismo.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo
pocos amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La
generosidad y el coraje.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No suelen
decepcionarme, pero si lo hacen no lo tengo en cuenta (pienso siempre en las
veces en que yo he podido decepcionarlos a ellos).
¿Es usted una persona sincera?
Procuro ser
sincero sin caer en la grosería de aquel que siente la necesidad de escupir sus
verdades a la cara, incluso cuando no se le ha pedido opinión.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con la
lectura, el cine y los espectáculos deportivos, especialmente el baloncesto.
¿Qué le da más miedo?
Vivir sin
estar viviendo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Me
escandalizan los cretinos, como a todo el mundo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Me habría
gustado ser saltador de longitud. De niño, ensayaba mucho en la cochera de mi
casa familiar. Admiraba a Robert Emmiyan. ¡Qué gran batida!
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Ninguno.
Hice pilates una temporada y fue espantoso. Mi reumatólogo me riñe bastante por
esto.
¿Sabe cocinar?
Los que
alguna vez compartimos piso cuando éramos estudiantes, tenemos una relación de
amor-odio con la cocina. Cocino a marchas forzadas, como quien avanza descalzo
por un terreno pantanoso.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A
Pessoa (o a Gérard de Nerval).
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Abrazo.
¿Y la más peligrosa?
Venganza.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Naturalmente.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Aquellas que toman
partido por los más débiles.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Jugador de
baloncesto o saltador de longitud.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Recuerdo
que una de las primeras cosas que me enseñó mi padre fue a estrechar la mano
con fuerza. Por desgracia, no tengo su don de gentes; soy un poco huraño.
¿Y sus virtudes?
La
capacidad para entusiasmarme con lo que me gusta. La capacidad para olvidar lo
que no me interesa.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
De hecho, una vez
estuve a punto de ahogarme. Sentí que moría y que volvía a vivir la misma vida
que había llevado hasta entonces, en una especie de eterno retorno
nietzscheano.
T. M.