Esta es la historia de un
abecedario que se truncó antes de llegar a la letra zeta. Había empezado con la
A en la obra “A de adulterio”, en 1982, y hasta la fecha se había llegado a la
Y, con “Y es for Yesterday”, que apareció el pasado agosto en Estados Unidos.
La creadora de este “Alfabeto del crimen”, como llamó a su serie protagonizada
por la detective Kinsey Millhone, murió este 28 de diciembre, víctima de un
cáncer, en la localidad californiana de Santa Bárbara. Sue Grafton había nacido
en 1940, en Louisville, Kentucky, donde se licenció en su universidad, en la
Facultad de Literatura Inglesa, y era hija de un abogado y escritor hoy
olvidado, además de alcohólico, C. W. Grafton; éste no sería el único hombre
literato con el que compartiría su vida, pues con su marido por más de cuarenta
años, Steven Humphrey, escribiría algunos guiones para televisión y cine
(trabajó para Hollywood, del que despotricó hasta el punto de negarse a que
llevaran sus tramas al celuloide, quince años).
Su éxito de público fue tan grande
que sus obras acabarían publicándose en veintiocho países, nada menos que en
veintiséis idiomas. Pero ¿cuál era la clave para tamaño encuentro dichoso con
tantos lectores? Sin duda, ese cebo de serie con un formato tan llamativo, que
combinaba el juego lingüístico de los títulos con unos argumentos sencillos y
entretenidos, donde se ponían sobre la mesa todas las mezquindades del alma
humana que pueden conducir a cometer crímenes. Otro elemento crucial era el
punto de vista narrativo de una Millhone que, en primera persona, y siempre en
el contexto de los años ochenta, iba contando sus peripecias detectivescas en
la ciudad ficticia de Santa Teresa, trasunto de Santa Bárbara. Grafton había
elegido este nombre como homenaje al gran autor de novela negra Ross Macdonald,
que precisamente murió en esa ciudad en 1982 y usó también Santa Teresa para
nombrar el lugar donde ocurrían sus historias (como curiosidad a este respecto,
cabe decir que en el año 2004 la escritora recibió el Premio Literario Ross Macdonald
por toda su trayectoria).
Así las cosas, Grafton, con su plan
bien trazado y a largo plazo, consciente de que su vida entera iba a constituir
la entrega a esa serie que tenía un final, la lejana Z, siguió escribiendo y
publicando: en 1985, “B de bestias” (la editorial Tusquets, que ha publicado
todos los libros, resolvió bien la traducción de los títulos), “C de cadáver”
al año siguiente, y más adelante, por ejemplo, “F de fugitivo”, “M de maldad”,
“O de odio”… hasta que le llegó el turno a la “V de venganza, a la “W de
whisky”, a la “X de rayos X”, a la Y ya aludida. La serie, pues, se cierra sin
que sucediera lo que estaba previsto: que 2019 viera la aparición de la
definitiva “Z is for Zero” (“Z de cero”).
Por otra parte, además de una
autora hábil en el género de detectives, Grafton se granjeó el cariño popular
por su gran cordialidad y vitalidad. En el año 2015 viajó a nuestro país para
acudir al evento BCNegra, donde habló de su personaje (una extensión de sí
misma, afirmaba) y de cómo a medida que los libros iban sucediéndose iba
incorporando más referencias al mundo sociopolítico de los años ochenta, algo
que en las primeras entregas evitaba hacer. Asimismo, creía firmemente que las
mujeres son mejores detectives, por su discreción, e incluso comentó que, más
que una pena ante la segura finalización de la serie con la Z, se iba a sentir
aliviada. Sin embargo, el tiempo y una enfermedad irremediable han hecho ese
trabajo antes por ella.
Publicado en La Razón,
31-XII-2017