miércoles, 10 de enero de 2018

Entrevista capotiana a Javier Quevedo Puchal

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Javier Quevedo Puchal.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El sofá cama de mi casa una tarde de invierno, viendo pelis de terror bajo las mantas.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende del animal y de la gente. Hay gente muy animal. Y animales muy gente.
¿Es usted cruel?
Me puedo reír con el humor negro.
¿Tiene muchos amigos?
Es un cliché, pero amigos, pocos. Y conocidos, muchos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean recíprocos. La amistad de una sola dirección no tiene sentido.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Solo los que nunca lo han sido de verdad. Los amigos de verdad no decepcionan (y si lo hacen, se les perdona, y aquí no ha pasado nada).
¿Es usted una persona sincera?
Por lo general, procuro ser más diplomático que sincero. Pero si me piden sinceridad expresamente, la doy.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Depende del momento, pero por lo general con actividades muy tranquilitas.
¿Qué le da más miedo?
En otros, la crueldad y la violencia. En mí, perder mis facultades.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Cualquier injusticia con el leit motiv del dinero y el poder: que no interese frenar la corrupción de este país, que no interese frenar el cambio climático, que se eduque a los niños en la intolerancia…
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No tengo la menor idea, llevo escribiendo desde pequeño.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Menos de lo que debería. Voy al gimnasio de vez en cuando, pero no lo suficiente.
¿Sabe cocinar?
Sí, pero no todo me sale igual de bien. Tengo mis platos estrella.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Igual me ponía un poco egoísta y elegía a Angela Carter, por investigar más sobre una escritora que me encanta.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Será una cursilada, pero "amor".
¿Y la más peligrosa?
"Rencor".
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
A mí mismo, de pequeño. Pero era una fantasía boba. Creo que muchos niños fantasean con eso, a modo de venganza hacia el mundo. Se me pasó, obviamente.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Demócrata progresista.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Uno de esos monos lanudos que se pasan el día metidos en aguas termales, sin más preocupaciones.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La comida y el sexo.
¿Y sus virtudes?
Ser buena gente, creo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Que, por favor, aparezca alguien en la orilla.

T. M.