La poesía de Constantino Petrou Cavafis (1863-1933) es exigua: 154
poemas escritos a lo largo de 47 años, muchos de ellos reescritos durante dos décadas.
Exigente consigo mismo hasta el extremo, Cavafis reunió su obra en 1904 para
compartirla con su círculo más cercano, y no sería hasta 1935 cuando se
editaría para el gran público. Así, estamos ante un poeta secreto, como dijo
uno de sus traductores al español, Juan Manuel Macías –Pre-Textos publicó la
“Poesía completa” del autor alejandrino en 2015–, que consideraba que la poesía
consistía en un acto de intimidad. Y así se podrá comprobar en la novela de la
griega Ersi Sotiropoulos
(1953) “Qué queda de la noche” (traducción de Vicente
Fernández González y Antonio Vallejo Andújar), pues Cavafis se hace personaje y
con él su mirada esteticista de la literatura o sus dudas con los versos que va
imaginando.
Es un texto que ha supuesto, para la autora de “Zigzag entre naranjos amargos” (Premio Nacional de Novela en su momento en su país y que pudimos conocer en 2008), una investigación profunda para, desde lo biográfico, lanzarse a lo ficticio. Vemos aquí al Cavafis que pasa tres días de 1897 en París, “una ciudad extranjera que lo atraía tanto como lo repelía” y que respiraba cultura por doquier, con su hermano John, antes de regresar a Egipto. Como trasfondo, aparecerá el caso Dreyfus, el influyente escritor Jean Moréas, con cuyo secretario ambos hermanos viven momentos de secretismos y fanfarronerías en torno a un lugar misterioso, y en el plano más personal, surge la sombra de la madre con sus cartas y una homosexualidad latente que se vuelve evocación y palabra, junto con otras inseguridades que humanizan muy bien al autor del poema “Ítaca”.
Publicado en La Razón,
15-II-2018